Sanando a los quebrantados del corazón


Hace un tiempo tocamos temas de sanidad del alma, esto significa que a veces necesitamos ser sanados no de un problema físico sino del corazón, la Biblia dice que Jesús vendría a sanar corazones, cuando pensamos en Jesús sanando ciegos y leprosos creemos que esa era su principal tarea, pero no es así, Jesús vino a hacer mucho más que sanar enfermos del cuerpo, su principal tarea fue sanar corazones el buscó sanar enfermos del alma.

El Espíritu del Señor es sobre mí, por cuanto me ha ungido para predicar el evangelio a los pobres; me ha enviado para sanar a los quebrantados de corazón; para pregonar a los cautivos libertad, y a los ciegos vista; para poner en libertad a los quebrantados; Lucas 4.18

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Y creo que es necesario que nuevamente vayamos a una cita con el Señor para realizar un examen a nuestros corazones. ¿Cómo está tu corazón? Es posible que algunos males que ya habíamos superado estén nuevamente tomando el control de nuestras vidas.
Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; Pruébame y conoce mis pensamientos; 24 Y ve si hay en mí camino de perversidad, Y guíame en el camino eterno. Salmo 139.23-24

Todos de alguna u otra forma hemos sido lastimados o hemos  herido a otros directa o indirectamente, las relaciones entre personas en ocasiones no saldrán bien y debemos acostumbrarnos o de otra manera acumularemos amargura en nuestra alma. Tampoco podemos evitar a las personas pensando que así no nos meteremos en problemas,  porque no podemos vivir en este mundo sin convivir con otros.

Si en este momento sentimos que nuestro corazón no anda del todo bien necesitamos poner en práctica estos tres principios.


No envenenemos a otros.
Cuídense unos a otros, para que ninguno de ustedes deje de recibir la gracia de Dios. Tengan cuidado de que no brote ninguna raíz venenosa de amargura, la cual los trastorne a ustedes y envenene a muchos.  Hebreos 12.15

Lamentablemente cuando una persona es herida tiende a herir a otros, y esto se convierte en una cadena, al principio alguien puede ser víctima pero sin darse cuenta poco a poco se convierte en victimario, el problema es que es más fácil propagar la amargura que el amor.

El escritor de hebreos dice que cuando alguien tiene una raíz de amargura puede contaminar a otros. A veces no pensamos las consecuencias a largo plazo, simplemente buscamos “desahogarnos” pero tal vez lo estamos haciendo del modo incorrecto, a veces nos descargamos nuestra inconformidad con nuestro cónyuge, y en algún momento nos damos cuenta que también nuestro cónyuge ya no es feliz con la situación, o no cuidamos lo que decimos y donde lo decimos, es posible que nuestros hijos escuchen nuestras amarguras y después se desalienten.

Padres, no exasperéis a vuestros hijos, para que no se desalienten. Colosenses 3.21

En ocasiones nos preguntamos ¿Por qué mi hijo ya no quiere buscar a Dios? y buscamos razones o culpables pero es muy probable que nosotros hayamos provocado esa reacción, por nuestras forma de actuar. Cuando son pequeños nuestros hijos son nuestros principales  admiradores, pero llega un momento en el que su admiración comienza a decaer, especialmente cuando actuamos mal o vivimos hablándoles mal de todo el mundo.

Ora para que tu fe crezca

La fe no sólo es necesaria para ver milagros sino también para actuar en nuestras relaciones. Veamos Lucas 17.3-6

 Mirad por vosotros mismos. Si tu hermano pecare contra ti, repréndele; y si se arrepintiere, perdónale.Y si siete veces al día pecare contra ti, y siete veces al día volviere a ti, diciendo: Me arrepiento; perdónale. Dijeron los apóstoles al Señor: Auméntanos la fe.

Todos hemos escuchado sobre esta parte tan importante del perdón, pero en la realidad nos cuesta mucho trabajo hacerlo, porque por lo regular llevamos una cuenta de las ofensas que nos hacen, y las mencionamos cuando necesitamos. Nadie quiere sentirse ofendido pero puede suceder que alguien en algún momento le agrade estar del lado ofendido, porque en cierta forma puede tener el control, es decir tiene el poder para dar o no el perdón. Es peligroso sentirnos cómodos con este sentimiento, porque nos podemos volver insensibles al dolor de los demás. Es por esto que el Señor puso un número muy alto para perdonar, setenta veces siete, sea simbólico o no, son muchas veces para perdonar. Algo que por supuesto incomoda a muchos es que no pueden aceptar la idea de que con un perdón se resuelve todo. Pero ¿acaso no es así? ¿No fue un perdón el que te dio la salvación? ¿No has fallado después de haber sido perdonado por Dios? sin embargo sabes que su perdón te permite entrar a cielo aun con tus defectos. ¿Por qué no podemos hacerlo nosotros con los demás?

El secreto es la fe, nuestras biblias tienen títulos que dejamos nos separen las historias, pero cuando fue escrita no había esos títulos por lo que muchas veces leíamos hasta el versículo cuatro y creíamos que ahí terminaba la enseñanza de Jesús pero si lo leemos sin separaciones vemos que los discípulos dijeron “auméntanos la fe” porque sin duda se necesita fe para perdonar las ofensas, se necesita fe para ser como Jesús que perdonó a sus enemigos, se necesita fe para creer que el perdón puede restaurar nuestra alma, se necesita fe para creer que la persona que nos ofendió realmente cambiará, en especial cuando se trata de alguien que amamos.

El amor… todo lo cree… (1 Corintios 13. 7)
Versión NTV

El amor nunca se da por vencido, jamás pierde la fe, siempre tiene esperanzas y se mantiene firme en toda circunstancia.

RINDE TU MENTE AL SEÑOR
En la multitud de mis pensamientos dentro de mí, Tus consolaciones alegraban mi alma. Salmo 94.19

Aunque hablamos de sanar nuestro corazón, en realidad lo que necesita sanar es nuestra mente, el problema radica en nuestros pensamientos, la mente ha sido el principal campo de batalla de muchos creyentes, y es donde el enemigo ha ganado terreno y ha disfrutado ver como muchas veces nos atormentamos por nada, peleamos en nuestra mente con ideas, nos lastimamos con pensamientos, 

Deja de escuchar esa multitud de pensamientos, algunos tal vez ni siquiera son tuyos, a veces tu corazón ya se está tranquilizando y encontrando la paz y sólo basta un pensamiento para que todo tu mundo se caiga de nuevo. Tienes que entender que eso no proviene de Dios. 

Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado. Isaías 26.3

No necesitas multitud de pensamiento, sólo necesitas concentrar tu pensamiento en Dios. Él te dará la consolación y tranquilidad a tu alma.

Determinarás asimismo una cosa, y te será firme, Y sobre tus caminos resplandecerá luz. Job 22.28

1 comentario:

  1. De mucha utilidad cuando aprendemos de su palabras más conocemos a Dios muchas gracias.

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