Fructificando en lo Invisible


Fructificando en lo Invisible

Hemos estado hablando sobre la importancia de dar frutos y no ser estériles, pero hoy quiero hablar de uno de los frutos más importantes en nuestra vida: nuestros hijos.

Los padres tenemos un gran desafío cuando se trata de los hijos. Con ellos, muchas veces, si le dices "sí" a una cosa, le estás diciendo "no" a otra, y es muy difícil. A veces, estar presente les da la atención que necesitan, pero no la economía que quisieran. Y trabajar mucho para darles estabilidad económica puede significar no darles la atención que realmente necesitan. Todo eso, al final, repercute.

Si les das demasiada protección, no les permites enfrentar la vida y el mundo, y no desarrollan resiliencia. Si les das demasiada libertad, pueden perder el rumbo porque no encuentran una identidad firme.

Vivimos en un tiempo donde el éxito se traduce en títulos, así que los presionamos para que alcancen altos niveles de excelencia, pero eso puede llevarlos a desarrollar ansiedad, estrés o depresión. Si no los presionamos, corremos el riesgo de que no desarrollen las habilidades necesarias y terminen frustrados.

Si les das todo, pueden desarrollar la sensación de que no es necesario esforzarse para lograr algo en la vida. Si no les das nada, los privas de experiencias que crean vínculos de seguridad emocional y confianza.

Si eres demasiado estricto, puedes provocarles un estado de estrés constante, con niveles elevados de cortisol. Pero si no pones límites, desarrollan rebeldía, falta de respeto y poca responsabilidad.

Y todo esto es complicado. Ser padres no es fácil. Tenemos el gran desafío de encontrar equilibrio en todas estas áreas, y, sobre todo, de estar constantemente actualizándonos para comprender los nuevos desafíos que nuestros hijos enfrentarán.

…En la Biblia encontramos un pasaje que nos da tres consejos que pueden ayudarnos a guiar, en cierta forma, el camino de nuestros hijos.

Se trata de Salmos 1:1-3, un texto que, aunque fue escrito hace siglos, sigue teniendo una sabiduría profunda para los tiempos que vivimos. En él se describe a una persona bendecida como un árbol plantado junto a corrientes de agua, que da su fruto en su tiempo, y cuya hoja no cae.

Esta es una metáfora poderosa para lo que anhelamos ver en nuestros hijos: raíces profundas, una vida espiritual fuerte, estabilidad emocional, fruto a su tiempo y un futuro firme, aún en medio de un mundo cambiante.

Porque la verdad es que criar hijos hoy es un desafío, pero Dios no nos dejó sin guía. Este pasaje nos muestra que hay decisiones y fundamentos que podemos cultivar desde ahora, para que ellos—nuestros frutos—crezcan con firmeza, con propósito y con la bendición de Dios.

Influencias invisibles.

BIENAVENTURADO el varón que no anduvo en consejo de malos, Ni estuvo en camino de pecadores, Ni en silla de escarnecedores se ha sentado. Salmo 1,1

Nuestros hijos están constantemente recibiendo consejo, queramos o no. Y muchas veces proviene del mundo, redes sociales, entretenimiento y presión social.

Hoy el termino influencer se ha vuelto muy popular pero quienes son, no soy el tipo de persona que simplemente los critica porque sí para esto es saber y concer el tipo de contenido que tienen, pero sin duda estos personajes influyen demasiado en la dinamica de los jovenes, Como padres es importante cuidar las voces que influyen en ellos. Dependiendo de la edad son las formas en las que podemos intervenir desde ser directos hasta ser permisivos. Pero como asu así no podemos controlar todo lo que ellos ven y escuchan es necesario Enseñarles a identificar lo bueno y lo malo, no con miedo, sino con convicción.

Un hijo bendecido no es el más popular, sino el que sabe decir no al consejo equivocado.

Nuestros hijos están constantemente expuestos a ideas de todo tipo incluyendo a las contrarias a los valores bíblicos: redes sociales, ideologías de moda, presión de grupo, contenido en medios… Cuando se escribió el salmo el consejo de malos era por las personas con las que se juntaban, pero hoy ya no es así hoy no necesitan andar en la calle para que les llegue el consejo de malos.

Así que este versículo nos llama a criar hijos que sepan distinguir entre lo que edifica y lo que destruye, entre el consejo de Dios y el ruido del mundo.

Cuando hablamos de nuestros hijos como fruto, no solo debemos mirar lo que sembramos en ellos dentro del hogar, sino también los entornos en los que ellos están creciendo y formando su identidad. En palabras de James Dobson, autor cristiano especializado en crianza:

“Los niños se convierten en lo que practican. La compañía que mantienen, los modelos que siguen, y los entornos que los moldean, construyen su carácter tanto como nuestras palabras.”

los hijos se desarrollan dentro de sistemas interconectados (familia, escuela, comunidad, medios). Si uno de esos sistemas está lleno de “malos consejos” o modelos destructivos, el desarrollo emocional y moral del niño puede verse comprometido.

No se trata de aislar a los hijos, sino de enseñarles a reconocer lo bueno de lo dañino. ¿Qué contenidos consumen? ¿Quiénes son sus modelos a seguir? ¿Qué conversaciones escuchan y repiten?

El Salmo 1:1 nos enseña que uno de los primeros pasos para ver hijos firmes y fructíferos es ayudarlos a elegir bien con quién caminar, a quién escuchar y de quién aprender. Porque los frutos no solo vienen de lo que sembramos nosotros como padres… sino también de la tierra en la que se están plantando sus decisiones y amistades.


Delicias invisibles

Sino que en la ley de Jehová está su delicia, Y en su ley medita de día y de noche.

Vivimos en un mundo donde hay una estimulación constante a traves de los celulares, lo que deleita el corazón de una persona —especialmente de un niño o adolescente— y eso va formando su carácter. Lo que consumen a diario, lo que repiten, lo que imitan, lo que celebran, lo que comparten… todo eso nos muestra lo que los está alimentando por dentro.

Un experto en neurociencia infantil, como el Dr. Daniel J. Siegel, afirman que el cerebro en desarrollo necesita repetición positiva para formar conexiones sanas. Es decir, lo que un niño medita, escucha y procesa constantemente termina siendo la base de sus decisiones futuras. Dios fue muy sabio al llamar a su pueblo a meditar en su palabra, la Biblia ya lo sabía: meditar en la ley del Señor día y noche no solo forma convicciones, sino también dirección.

La verdad es que nuestros hijos hoy necesitan aprender a encontrar placer en lo correcto, pero tenemos un gran problema porqu las personas encuentran placer en los estimulos inmediatos. Es como cuando alguien comía una manzana le daba cierta azucar a su paladar, pero cuando llegaron los alimentos azucarados, entonces ¿quien quiere manzanas? Así con nuestros hijos los pasatiempos que podiamos disfrutar son reemplazados por estimulos mas constantes.

Debemos trabajar en que ellos puedan encontrar deleite en las cosas ivisibles como dice la palabra en la ley de Señor, en la meditación de su palabra. Cuando leemos y oramos somos bendecidos. Los neurocientíficos dicen que la meditación, incluso sin ser espiritual, libera dopamina y serotonina, las hormonas del bienestar. Cuando alguien medita en la Palabra y empieza a ver que calma su ansiedad o le da dirección, quiere más. Ahí se crea el hábito.

En un mundo donde la mente de nuestros hijos está constantemente bombardeada por estímulos, la idea de meditar parece anticuada o poco atractiva. Pero hoy más que nunca, nuestras almas necesitan ese “tiempo blanco”, ese espacio sin tareas ni pantallas donde el corazón pueda procesar, sanar y conectar con Dios. La Biblia no habla de una lectura rápida ni superficial, sino de una meditación que se vuelve delicia —como un alimento que nutre lentamente el alma. Los Psicólogos dicen que cuando dejamos que el cerebro respire, sin sobrecarga, se fortalece, se vuelve más creativo y menos ansioso. Por eso, enseñar a nuestros hijos a meditar en la Palabra no es solo un hábito espiritual, es una forma de cuidar su salud mental y prepararles un refugio en medio del caos moderno.

¿Qué está siendo su delicia? ¿TikTok, YouTube? ¿Qué estamos haciendo para que ellos vivan experiencias espirituales reales y atractivas? En ese sentido la iglesia debe aprender a no ser egoista y buscar que el servicio tenga un atractivo para el corazón de los hijos,

Resultados Visibles

Salmo 1:3 — “Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae; y todo lo que hace, prosperará.

Después de cuidar lo que influye (enemigos invisibles) y de fortalecer lo que nutre (alimento invisible), llega lo que todos deseamos ver en sus hijos: fruto. Resultados visibles. Pero no me refiero en particular al éxito superficial sino a una vida estable, con raíces profundas, fruto en su tiempo y una hoja que no cae.

Note como este pasaje habla de estabilidad emocional, madurez espiritual y carácter. Un árbol bien plantado da fruto, no se seca, y prospera. Y así también nuestros hijos cuando tienen una base sólida.

Un niño con vínculos seguros, estructura clara y espacio emocional para expresarse tiene más probabilidades de convertirse en un adulto estable, empático y resiliente”. una de las grandes crisis que vendran serán la inestabilidad emocional. Actualmente se dice que la ansiedad es una pandemia silenciosa que afecta a millones, no es siempre es visible y se está normalizando. La causa, los estimulos de pantallas, falta de descanso mental, exigencias sociales, falta de vinculos emocionales profundos, y falta de lo que nosotros sabemos mditación en Dios.

Por otro lado, como padres, necesitamos entender que cada árbol tiene su propio ritmo. El texto dice: “dará su fruto en su tiempo”, y eso es un alivio. A veces nos preocupan nuestrso hijos por ciertas situaciones o conductas que vemos en ellos pero si estamos seguros de estar trabajando en en sus vidas recuerde esto “Dará su fruto a su tiempo”.

No todos los hijos darán los mismos frutos a la misma edad. Algunos hablarán temprano, otros destacarán en la escuela, otros en su carácter, otros en su fe. Lo importante es que estén plantados junto a las corrientes correctas.

A veces como padres nos frustramos porque no vemos resultados inmediatos. Pero como en toda siembra, los frutos no se ven el día que sembramos, sino cuando el proceso interno ha madurado. Lo que ves en el árbol es el reflejo de lo que ha pasado en lo profundo.

Y esta parte tambie es extraodrinaria: su hoja no cae. Esa es una imagen de firmeza constante. En tiempos difíciles, nuestros hijos pueden mantenerse fuertes si han sido nutridos bien. Son resilientes, no se marchitan por cualquier crítica, no se secan ante el rechazo, no se caen cuando hay presión social. Su hoja permanece.

Finalmente dice: “todo lo que hace, prosperará.” Esa palabra no significa que les irá bien en todo como por arte de magia. En hebreo tiene que ver con avance, progreso, dirección correcta. Es decir, no se quedan estancados. Tienen rumbo. ¡Y eso es éxito real!

Hoy más que nunca, ser personas firmes, que dan fruto, es un reto pero también una gran oportunidad. Aunque no siempre se vea, Dios está formando algo en ti. Tal vez no seas el más rápido, ni el más popular, pero si estás bien plantado en Él, vas a dar fruto. Y no solo para ti, sino para los que vienen detrás de ti. Tus hijos, tus alumnos, tu familia… todos necesitan ese fruto. Que no se nos olvide: no es en lo que se ve donde se mide el éxito, sino en lo que permanece. Que Dios nos ayude a ser personas que dan fruto, aun en tiempos difíciles, y que ese fruto sea una bendición para toda una generació

No hay comentarios:

coméntanos si te ha sido de utilidad esta publicación,