Indispensable e Irremplazable


 Indispensable e Irremplazable

 

En estos últimos días, hemos sido testigos de un suceso en Israel que, como sabemos, nos coloca en alerta. En términos escatológicos, Israel es considerado el "reloj de Dios" para los tiempos finales. Jesús mismo nos dejó una enseñanza poderosa al decir:

 

"De la higuera aprended la parábola: Cuando ya su rama se enterneces, y las hojas brotan, sabéis que el verano está cerca" (Mateo 24:32-33).

 

Estas palabras de Jesús nos alertan a prestar atención a los acontecimientos que ocurren en Israel, recordándonos las señales que Él anunció para los últimos días.

 

Y oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin. Mateo 24.6

 

Aunque esto no implica necesariamente que sea el fin del mundo, nos sirve como un recordatorio de que debemos estar preparados y en oración, especialmente por la paz en el Medio Oriente.

 

Además, nos recuerda que, llegará el tiempo en el que todos daremos cuentas al Señor. Este es un llamado a evaluar nuestras vidas espirituales y nuestra mayordomía ante Dios. En el libro del Apocalipsis, encontramos cartas dirigidas a diferentes iglesias con mensajes específicos. Estas cartas contienen tres elementos importantes: alabanza por lo que está bien, advertencias sobre áreas de debilidad y exhortaciones para corregir lo que está mal en ellas.

 

Hoy, quiero destacar la carta dirigida a la Iglesia de Filadelfia (amor fraternal). Esta carta nos presenta una exhortación poderosa que nos desafía a intensificar nuestro compromiso en estos tiempos críticos.

 

He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona. Apocalipsis 3.11

 

De este versículo aprendemos tres verdades importantes:

 

Nuestro compromiso de no dejar de servir ante la venida de Jesús.

He aquí, yo vengo pronto... Apocalipsis 3.11

 

Recuerdo un tiempo en el que el mensaje de que Jesús venía, en lugar de activar a la iglesia, parecía volverla indiferente. Surgían preguntas como: "¿Para qué servir si Cristo ya viene?" o "¿Para qué tanta actividad?". Sin embargo, cuando pienso en la venida del Señor, tengo claro que no solo es un tiempo de salvación, sino también un tiempo de rendición de cuentas.

 

Jesús nos relata una parábola poderosa en:

 

Mateo 24:45-47: "¿Quién es el siervo fiel y prudente a quien su señor ha dejado encargado de los sirvientes para darles la comida a su debido tiempo? Dichoso el siervo cuando su señor, al regresar, lo encuentra cumpliendo con su deber. Les aseguro que lo pondrá a cargo de todos sus bienes".

 

Encontrarse con el Señor no solo es un momento maravilloso al poder ver al Salvador de nuestras vidas; también es un momento en el que seremos evaluados por el servicio que dimos. La Biblia nos muestra que el buen siervo tiene tres características por las que el Señor se agrada de él:

 

Fidelidad

¿Quién es el siervo fiel...

La fidelidad es un rasgo del carácter que pocos líderes pueden presentar. Implica permanecer constante, sin rendirse ni renunciar, incluso en medio de desafíos y dificultades. El buen siervo es fiel a su llamado y a su tarea en el servicio del Señor.

 

Prudencia

y prudente

La prudencia implica sabiduría y discernimiento en la toma de decisiones. En este contexto, significa que el siervo es sabio en cómo administra los recursos y el tiempo que el Señor le ha confiado. Es capaz de tomar decisiones adecuadas y estratégicas para el avance del reino de Dios.

 

Cumplimiento del deber

lo encuentra cumpliendo con su deber...

Este siervo cumple con su deber sin importar si el señor está presente o no. Su compromiso no depende de la supervisión constante; trabaja con diligencia y responsabilidad, entendiendo que su servicio es ante el Señor en primer lugar.

 

La venida del Señor nos recuerda que no debemos tener nuestros talentos enterrados o escondidos. Nos llama a trabajar con mayor fervor en Su obra a medida que Su venida se acerca. Como el apóstol Pablo nos exhorta en:

 

Efesios 5:16 "Aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos".

 

Nuestro compromiso con los dones que Dios nos ha dado

... retén lo que tienes... Apocalipsis 3.11

 

En el cristianismo, existe un principio fundamental llamado mayordomía. Este principio nos recuerda que nada de lo que tenemos nos pertenece, todo es una concesión divina y un día rendiremos cuentas al Señor por cómo administramos lo que Él nos ha confiado. Pero, ¿Cómo podemos rendir cuentas de algo que ni siquiera sabemos que tenemos?

 

El apóstol Pedro nos da un ejemplo inspirador en Hechos 3:6 cuando le dice al hombre paralítico:

 

"No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda".

 

Pedro sabía lo que tenía: el poder y la autoridad en el nombre de Jesús. Usó lo que Dios le había dado para sanar y transformar la vida de aquel hombre.

 

La pregunta que debemos hacernos es: ¿sabemos lo que tenemos? Pablo nos habla sobre los dones espirituales. Cada creyente recibe dones específicos del Espíritu Santo. Podemos encontrar estos dones en pasajes como 1 Corintios 12; Romanos 12:6-8 y Efesios 4:11. Algunos tienen dones de enseñanza, otros de sanidad, de profecía, de servicio, entre otros. ¿Conoces tus dones espirituales? Si aún no lo has descubierto, te animo a que lo hagas, porque Dios te llama a retenerlos, a trabajar en ellos y a multiplicarlos.

 

Recordemos la parábola de los talentos en Mateo 25:14-30. Los siervos fieles multiplicaron lo que se les dio, retuvieron lo que tenían, mientras que el siervo negligente enterró su talento. Dios desea que seamos buenos administradores de los dones que Él nos ha otorgado. No importa si consideramos que nuestro don es grande o pequeño; lo crucial es cómo lo usamos para Su gloria y el beneficio de otros.

 

Así que, Si conoces tus dones espirituales, trabaja en ellos, fortalécelos y úsalos para servir a Dios y a los demás. Si aún no los has descubierto, busca discernimiento y orientación, porque parte de nuestro compromiso es retener y multiplicar los dones que Dios nos ha dado. Esto es parte de nuestra responsabilidad como mayordomos de Sus bendiciones.

 

Nuestro Compromiso a defender lo que es nuestro.

...para que ninguno tome tu corona. Apocalipsis 3.11

 

Una de las experiencias más desafiantes que podemos vivir es sentir que alguien viene y nos reemplaza en algo que considerábamos nuestro. El ser reemplazados puede afectarnos profundamente, ya que nos arrebata nuestra identidad, nos llena de frustración al pensar en las oportunidades que dejamos pasar y nos llena de tristeza al ver a otros disfrutando de lo que una vez sembramos.

 

Esta idea nos lleva a reflexionar sobre la importancia de mantener nuestra posición en el reino de Dios. No se trata de aferrarse egoístamente a un lugar o un servicio, sino de reconocer el valor de lo que Dios nos ha confiado y la responsabilidad de mantenerlo fructífero para Su gloria.

 

La historia de Esaú y Jacob en Génesis 25:29-34 es un relato conmovedor que ilustra vívidamente la consecuencia de subestimar lo que tenemos en el presente por un deseo impulsivo o momentáneo. Esaú, el hijo mayor de Isaac y Rebeca, tenía una posición privilegiada como primogénito. Esto implicaba derechos y bendiciones especiales, incluida una porción doble de la herencia de su padre y el liderazgo espiritual de la familia.

 

Sin embargo, en un momento de hambre y debilidad, Esaú desestimó completamente el valor de su primogenitura y cayó en la tentación de satisfacer su apetito. Jacob, su hermano menor, aprovechó la oportunidad y le ofreció un plato de lentejas a cambio de su primogenitura. En un acto impulsivo y sin considerar las consecuencias a largo plazo, Esaú aceptó el trato y vendió su primogenitura por un simple plato de comida.

 

Más tarde, cuando Esaú se dio cuenta del alcance de su error y las bendiciones espirituales y materiales que había perdido, experimentó una profunda amargura y angustia. Buscó con lágrimas el arrepentimiento, pero no pudo recuperar lo que había desperdiciado por un deseo momentáneo. Este triste episodio de la historia de Esaú nos muestra cómo la falta de visión a largo plazo y la incapacidad de valorar adecuadamente lo que ya tenemos pueden llevarnos a lamentar nuestras decisiones impulsivas.

 

En nuestras propias vidas, también podemos enfrentar momentos en los que se nos presenta la oportunidad de sacrificar lo valioso por una gratificación instantánea. ¿a que estás renunciando solo por un poco de comodidad o deleite?. La historia de Esaú y Jacob nos advierte sobre los peligros de ceder ante tales impulsos sin sopesar cuidadosamente las consecuencias a largo plazo.

 

Esta lección nos exhorta a ser personas reflexivas y conscientes de las decisiones que tomamos en el presente. Nos recuerda que debemos valorar nuestras posesiones, relaciones y principios espirituales, y no darles prioridad a deseos momentáneos que puedan tener un alto costo en el futuro. En lugar de caer en la trampa de la gratificación instantánea, debemos aprender a apreciar y proteger lo que tenemos, reconociendo que algunas cosas son demasiado valiosas para perderlas por impulsos pasajeros.

 

La Biblia nos anima en

 1 Corintios 15:58: "Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano".

 

Nuestro compromiso de mantener nuestra posición no solo preserva lo que es nuestro, sino que también asegura que el reino de Dios siga avanzando y transformando vidas. Valora lo que tienes, no dejes que nada ni nadie te lo arrebate injustamente. Lucha por ello, protégelo y úsalo para la gloria de Dios. Nuestra posición en Cristo es un regalo precioso que debemos custodiar con determinación y gratitud.

 

En conclusión, nuestra responsabilidad es triple: ante la venida de Jesús, nuestro compromiso es no dejar de servir; con los dones que Dios nos ha dado, debemos retenerlos y multiplicarlos; y, por último, tenemos el deber de mantener nuestra posición en el reino de Dios, para que nadie tome lo que nos pertenece y sigamos siendo instrumentos efectivos en Sus manos.

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