Pegrillo y su Enojo Descontrolado

Pegrillo y su Enojo Descontrolado🦗

Cuento cristiano


Pegrillo era un grillo de colores vibrantes y relucientes, con alas que brillaban como gemas cuando la luz de la luna las tocaba. Su cuerpo esbelto y ágil le permitía saltar con gracia entre las hojas y las flores. Sin embargo, detrás de su belleza y su canto armonioso, se escondía un temperamento que a menudo explotaba en enojo.

Pegrillo había tenido varios episodios de enojo a lo largo del tiempo. Siempre había sido sensible y cualquier cosa parecía ser suficiente para desencadenar su temperamento explosivo. Los demás grillos se habían esforzado en el pasado por evitar situaciones que pudieran irritarlo, lo que había llevado a cierta distancia entre Pegrillo y sus amigos. A pesar de su talento vocal, su actitud lo había aislado en ciertas ocasiones.


Cricelia, por otro lado, era conocida por su dulzura y su encanto. Siempre tenía una sonrisa amable en su rostro y su voz era un regalo para los oídos de todos en el bosque. Era paciente y comprensiva con los demás, lo que la hacía muy querida por su comunidad de grillos. Aunque destacaba, no buscaba la atención o el reconocimiento, y siempre estaba dispuesta a compartir su talento con los demás. Su belleza radicaba no solo en su voz melodiosa, sino también en su gracia y humildad.


Un día,  Cricelia comenzó a cantar cerca de él. Su voz era hermosa y melodiosa, y pronto la atención de todos se centró en ella. Pegrillo, sintiendo que su ego estaba herido, perdió el control de su enojo y gritó en medio de la canción de Cricelia.


Pegrillo, lleno de furia, no se detuvo a pensar en el impacto de sus gritos sobre Cricelia y los demás grillos. Su enojo había hecho añicos la serenidad de la melodía de Cricelia, afectando la armonía del bosque. Mientras sus patas golpeaban con fuerza las hojas y su voz se elevaba por encima de la canción de Cricelia, sus amigos grillos lo miraban, atónitos por su comportamiento.


Cricelia, al detener su canto, mostró una calma inquebrantable a pesar de la interrupción. Sus ojos reflejaban decepción por el estallido de Pegrillo, pero también transmitían un sentimiento de comprensión y paciencia. Su actitud tranquila y serena contrastaba con el enojo descontrolado de Pegrillo, y esta marcada diferencia en su comportamiento hizo que Pegrillo se detuviera un momento y se diera cuenta del daño que había causado.


Todos en el bosque se quedaron sorprendidos y tristes por el comportamiento de Pegrillo. Incluso Cricelia dejó de cantar y miró a Pegrillo con tristeza en sus ojos.



Esa noche, mientras Pegrillo estaba solo en su hoja, pudo escuchar al viejo  saltamontes 
Verdavino cantando en la iglesia de los insectos. A pesar de su avanzada edad, su canto no era muy afinado, y mientras observaba, vio a unos escarabajos estercoleros que pasaban y se burlaban del anciano saltamontes. Pegrillo se acercó y le preguntó si no le molestaba que se rieran de él.

El viejo saltamontes le respondió con una sonrisa y le explicó que no le afectaba en absoluto. Más bien, sentía compasión por aquellos que se burlaban de él. Le contó que su corazón había sido transformado por el amor de Dios y que ya no se dejaba afectar por la malicia de los demás. Pegrillo se sintió profundamente avergonzado por su enojo descontrolado y le pidió al sabio Verdavino que lo ayudara a cambiar.


El sabio saltamontes le habló acerca de una Escritura que decía: "Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo" (Efesios 4:26). Le explicó que una forma de aprender a controlarse era medir el tiempo que estaba molesto, comprometiéndose a calmarse antes de que el sol se ocultara. También le recordó que, aunque era normal sentir enojo en ocasiones, no debía permitir que ese enojo lo llevara a pecar.


Pegrillo decidió cambiar su actitud. Comenzó a orar y a pedir perdón a Dios por su temperamento explosivo. También buscó a Cricelia y le ofreció una disculpa sincera por interrumpirla. Cricelia, con compasión en su corazón, aceptó su disculpa y le dio una segunda oportunidad.


Con el tiempo, Pegrillo aprendió a controlar su enojo. Practicó la paciencia y la humildad, y cada vez que sentía que su temperamento se apoderaba de él, recordaba la cita bíblica que el pastor le había enseñado. Así que recordaba controlar su ira y a no dejar que el sol se pusiera sobre su enojo.


Su relación con Cricelia floreció, y juntos crearon las melodías más hermosas que el bosque había escuchado jamás. Pegrillo aprendió que, si bien es normal sentir enojo en ocasiones, la clave está en controlarlo y no permitir que lo lleve al pecado.


Y así, Pegrillo el grillo encontró la paz en su corazón y la armonía en su canto, recordando siempre las palabras de la Escritura: "Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo".


🦗Moraleja: Aprende a controlar tu enojo y a resolver tus diferencias de manera pacífica. No permitas que el enojo te domine, y recuerda que la paz y la reconciliación son más valiosas que cualquier arrebato de ira. La sabiduría de la Biblia nos enseña a no dejar que el sol se ponga sobre nuestro enojo, buscando siempre la paz en nuestras relaciones con los demás.

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