Primeramente yo
Primeramente Yo
Quiero que comencemos pensando ¿Cuándo fue la última vez que pusimos al señor antes que a nosotros mismos? ¿Cuándo fue la última vez que hicimos algo pensando que eso era lo que le convenía a la obra de Dios incluso si a nosotros nos costaba un extra?
En el último trimestre del año
trabajamos arduamente preparando la conferencia de mujeres y nuestro especial
navideño (Qué yo salvé porque ya estaba cancelado) No lo digo para lucirme,
pero definitivamente fui la persona que más horas invirtió en la preparación de
estos eventos, y me encontré muchas veces haciendo pequeños detalles y
agregando cositas durante la producción y edición de los programas que
probablemente no todos notaron, y que en definitiva pude haber omitido, incluso
la semana del evento me dormía tarde porque había cosas que aún no estaban
terminadas, e incluso, cuando pude haber hecho muchas cosas de la forma más
sencilla, simplemente no podía hacerlo, porque amo al Señor y a su Iglesia.
Para mí editar cada segundo de los
videos que transmitimos significa mostrarle al mundo entero nuestra iglesia,
quienes somos y qué es lo que hacemos, ¡Así que quiero que se vea excelente! Y
puedo saltarme comidas, desvelarme y hasta llorar de la desesperación cuando
algo se borra o falla, y al final del día, cuando lo presentamos me siento
contento, porqué sé que a mis posibilidades le he dado a Dios el mejor trabajo
que pude hacer.
De
ninguna forma trato de decir que soy perfecto y siempre hago lo mejor para el
Señor, porque realmente hay muchas veces en las que también fallo y cometo
errores, y todavía tengo mucho que aprender, y como tal, creo que lo que Dios
tiene preparado para nosotros hoy es muy importante.
1.-Lo mejor de lo mejor.
Darle a Dios una primicia, no
sólo es darle lo primero, sino también lo mejor, ¿No te pasa que estás
preparando Hot Cakes y a veces los primeros que haces te salen más aguados,
amarillos o quemados que el resto? Sí el Señor llegar a mi mesa, en definitiva,
no le daría esos por ser los primeros, sino que buscaría de entre todos los que
he hecho, los mejores, y esos le presentaría a él.
Pasó el tiempo, y
un día Caín le presentó a Dios una ofrenda de los frutos que cultivaba. 4 por su parte Abel escogió las primeras
crías más gordas de sus ovejas, y se las llevó a Dios como ofrenda. Dios
recibió con mucho agrado la ofrenda de Abel, 5 pero
no recibió con el mismo gusto la ofrenda de Caín. Esto le molestó mucho a Caín,
y en su cara se le veía lo enojado que estaba.
Génesis. 4: 3-5.
La historia de
Caín y Abel la conocemos muy bien, en resumidas cuentas, Caín le presenta Dios
una ofrenda de los frutos que él cultivaba, se cree que él es el primero en
mencionarse porque lo hizo de manera apresurada, apurada, cómo si fuera una
obligación que ya quería quitarse de los hombros, sin embargo, Abel, no sólo
escoge como ofrenda de entre las primeras crías de su rebaño, sino que además
escoge las más gordas, las más grandes, ¡Lo mejor de lo mejor!
¿Hace cuanto dejamos de hacer las cosas
como las hacíamos al principio? ¿Cuántas veces llegamos a la iglesia y hacemos
las cosas apuradas? A veces estamos tan ansiosos, esperando el momento en que
la reunión del domingo se acabe para irnos ya de la iglesia, porque quizá
tenemos otras cosas que hacer, o porque se nos hace tarde para algo que nos
emociona más. Con todo el desbalance que la pandemia nos ha traído hemos bajado
la guardia, ya no damos lo mejor de lo mejor, simplemente hacemos las cosas por
hacerlas.
Creo que algo que nos da identidad como
iglesia es que somos detallistas, ponemos empeño en todo lo que hacemos y eso
se nota en cada actividad hermosa que hacemos en el año, sin embargo, muchas
veces nos encontramos cansado y viene a nuestra mente el eterno dilema de
¿Porqué hacemos todo esto? ¿Alguien lo nota? ¿Alguien se da cuenta? O cuando
los resultados no son los que esperamos pensamos ¿Vale la pena desgastarnos
tanto y no alcanzar nuestras metas? Es entonces cuando debemos pensar, que todo
lo que hacemos no lo estamos haciendo para la gente de nuestro alrededor, sino
para Dios mismo, él ve nuestro trabajo, y él lleva muy bien la cuenta de todo
lo que hace.
2.- Envidia y egoísmo.
Porque donde hay envidias y rivalidades,
también hay confusión y toda clase de acciones malvadas.
Pensar en nosotros mismos nos convierte en
dos cosas obvias; en egoístas, sin embargo, esta emoción muchas veces puede
traer consigo todo tipo de malos pensamientos y sensaciones que tarde o
temprano nos terminan conduciendo a un camino incluso peor; la envidia.
Es importante que podamos reconocer
cuando sentimos envidia, reconocerlo nos hace más humanos y nos acerca más a
poder cambiar eso. Yo creo que todos nos hemos descubierto a nosotros mismos sintiendo
punzadas en el pecho cuando vemos que alguien está logrando algo que nosotros
queremos hacer y no podemos, o simplemente cuando alguien está haciendo algo
que le está funcionando y decimos ¿Por qué a mí no me funciona lo que
hago? Y es que no nos queremos quedar
atrás, pero debemos controlarnos, podemos luchar contra ese tipo de emociones
cuando celebramos los logros de nuestros amigos, y sobre todo ¡Cuando evitamos
compararnos!
Compararnos todo el tiempo nos hunde,
hace que tengamos baja autoestima y que no vemos todas las cosas maravillosas
que podemos hacer, lograr, o que incluso ya tenemos.
Muchas veces es todo lo contrario, somos
amedrentados por personas que nos quieren ver derribados, que nos quieren ver
en el suelo y que disfrutarían que las cosas no nos ocurrieran como queremos.
«¿Por qué estás
tan triste y enojado? 7 si haces lo
correcto, siempre te aceptaré con agrado, pero si haces lo malo, el pecado está
listo para atacarte como un león. ¡No te dejes dominar por él!» Génesis 6: 6-7
Caín estaba enojado con Abel porque Abel
había sido bueno y justo, y había hecho las cosas de la forma correcta, estaba
enojado porque Dios lo amaba y lo bendecía. ¡No nos dejemos vencer! Siempre
habrá gente a nuestro alrededor que, aunque no lo va a decir está enojado
porque Dios te ama y está contigo, ni siquiera tienes que hacerles algo ¡Tú
sola felicidad les molesta! Pero no han pagado el precio que tú ya has pagado,
no han dado lo mismo que tú, no han dado lo mejor de lo mejor, y esa es su
verdadera lucha.
3.- Lucha contra la maldad.
Inclina mi corazón hacia tus estatutos
y no hacia las ganancias desmedidas.
Creo que el más grande mal de
nuestro mundo es la avaricia por el dinero, eso nos ha llevado a cometer todo
tipo de atrocidades, aún así, no podemos negar que es la pieza fundamental para
que el mundo funcione. El dinero no compra la felicidad, pero definitivamente
sí te ayuda a resolver un montón de problemas, sin embargo, no podemos dejarnos
gobernar por nuestros impulsos, ni dejar que el dinero sea toda nuestra razón
de vivir.
Muchas veces la comparación, la envidia y
el egoísmo nos lleva a hacer muchas cosas que no son correctas, y es necesario
que podamos aferrarnos al señor, pedirle que nos límite, que no nos deje caer
en la tención de hacer cosas que no son correctas con tal de tener un poco más,
porque muchas veces no vale la pena.
El señor no castigó a Caín por haber
entregado una ofrenda mala, sino por haber asesinado a su hermano, ¡No dejemos
que nuestro coraje ocasionado por cosas que nosotros mismos hemos causado nos
lleve a cometer acciones que no son correctas!
Enfoquemos nuestra mirada en el señor,
pidámosle que nos ayude a amar a todas las personas y sobre todo, a dejar de
pensar en nosotros mismos, no se trata de eso, se trata de ponerlo primero a él
¡Tengo Fe! De que este año Dios está por obrar de forma maravillosa en la vida
de cada uno de nosotros.
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