Aprende a conocerte para que aprendas a amar a otros



Aprende a conocerte para que aprendas a amar a otros

Durante estas semanas hemos estado hablando sobre descubrir el amor que se encuentra detrás de los comportamientos de las personas, estos tienen que ver con sus temperamentos, su género y su lenguaje del amor.


Cuando nos dedicamos a conocernos y conocer las personas que nos rodean, aprendemos que muchos de los choques que tenemos se deben a que respondemos de forma distinta ante las circunstancias.

Jesús dijo que muchas veces los conflictos en las relaciones se dan porque vemos las cosas desde nuestra perspectiva, por lo que antes de poner atención a la vida de los demás debemos ver nuestro propio comportamiento.

“Primero quita el tronco de tu ojo; después verás lo suficientemente bien para ocuparte de la astilla en el ojo de tu amigo”. Mateo 7:5 (NTV)

Si queremos aprender a conocer a las demás personas, empecemos por conocernos a nosotros mismos. Conocer quiénes somos y porque nos comportamos como lo hacemos es la única forma en la que sabremos qué cambios debemos hacer en nuestras vidas para mejorar nuestras relaciones con los demás.

En lugar de querer cambiar al mundo debemos cambiarnos a nosotros mismos, pero no podemos cambiarnos a nosotros hasta que conozcamos nuestra propia identidad. 

Somos un diseño complejo de Dios

 “¡Gracias por hacerme tan maravillosamente complejo! Tu fino trabajo es maravilloso, lo sé muy bien.” Salmo 139:14 (NTV)

¿Alguna vez ha pensado que ni usted mismo se entiende? Es porque somos un diseño complejo, pero también maravilloso de Dios. Muchas personas no pueden ver avances en sus vidas porque ni siquiera han comprendido que está mal en ellos. Algunas personas por más que asisten a la iglesia y oran no pueden ver cambios en sus vidas porque ni siquiera saben que cambios deben hacer. Muchas veces pensamos que el problema en nuestras vidas es nuestro entorno, cuando en realidad somos nosotros mismos.

Cada persona ha sido formada diferente a otra, hay personas inteligentes, otras son fuertes, algunos hábiles para el arte, otros son débiles, algunos sentimentales, otros con alguna especie de discapacidad, otros necesitan estar activos etc., somos complejos y muy diferentes. Aunque algunos tengan habilidades muy sobresalientes aun así no somos perfectos.

Como nuestras identidades son diferentes también lo son nuestros propósitos, muchas veces queremos hacer cambios basados en la vida de otros, pero no funcionan porque tenemos una personalidad diferente, es bueno aprender de las experiencias de los demás, pero también es importante poner atención a nuestra propia identidad para hacer los cambios correctos.

¿Qué fortalezas tienes? ¿sabes en que cosas eres hábil? Conocer tus capacidades te ayuda a descubrir tu propósito en la vida. Incluso las circunstancias difíciles que has vivido también te pueden ayudar en el propósito de tu vida, muchas personas han alcanzado el éxito cuando lograron aprender de las situaciones difíciles de su vida.

Somos el resultado de nuestras relaciones

Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas”.  El segundo es: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”.  No hay otro mandamiento más importante que estos.  Marcos 12.30-31

Somos el resultado de nuestras relaciones, al día de hoy traemos en nosotros el efecto que han provocado las personas a nuestro alrededor, ese efecto puede ser positivo o negativo según aprendimos de esas relaciones.

Los principales mandamientos de Dios se tratan de amar, nuestro cumplimiento de la palabra de Dios es solamente cuestión de amar, si amar fuera fácil todos cumpliríamos sin problemas la palabra de Dios, si todos amaran sin problemas no sería un mandamiento. Tal vez amar a Dios no es problema, pero ¿Qué tal amar a los demás? Es aquí donde tenemos complicaciones porque crecimos en diferentes entornos y somos resultados de diferentes círculos de relaciones.

¿Cómo podemos amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, si ni siquiera sabemos amarnos? Las relaciones que tuvimos en el pasado influyen en nuestro comportamiento a la hora de amar, del mismo modo las relaciones del presente siguen influyendo. Si tus relaciones en el pasado fueron sanas, no tendrás muchos problemas para dar y recibir amor, si tus relaciones en el pasado fueron toxicas, habrá dificultades en el camino, pero lo importante es que si nuestra relación principal actualmente es Dios aprenderemos a amar de la manera que él ama.

Algunas personas no han podido desarrollar ni propósito debido a sus relaciones, no pueden definirse porque dependen mucho de lo que los demás opinen de ellos, especialmente de las personas más importantes de sus vidas, y algunas veces esas personas no son las mejores amando. Una relación con Dios nos transforma porque de él aprendemos el verdadero amor, si analizamos la vida de Jesús sus conflictos con las personas de su tiempo y como se mantuvo amando a todos nuestra perspectiva de amor puede cambiar, es así como somos renovados.

No solamente necesitamos nuestra relación con Dios, también debemos desarrollar relaciones saludables, cuando nos relacionamos con personas sanas renovaremos nuestra identidad.

No se dejen engañar por los que dicen semejantes cosas, porque «las malas compañías corrompen el buen carácter». 1 Corintios 15.33

Lamentablemente muchas personas heridas conectaran con otras heridas, en la mayoría de los casos una persona que ha tenido una vida de rechazo necesita de alguien que use otro lenguaje o que haya superado una situación similar, porque de otra manera solamente se fortalecen sus sentimientos.

Cuando alguien logra tener relaciones saludables fuertes, dejará de preguntarse si su vida es importante, si habrá alguien que le ame. Tal vez no nos fue posible controlar quienes serían las personas con las que nos relacionaríamos durante nuestra infancia, pero si podemos controlarlo ahora.

Somos miembros de la familia de Dios

Así que ahora ustedes, los gentiles, ya no son unos desconocidos ni extranjeros. Son ciudadanos junto con todo el pueblo santo de Dios. Son miembros de la familia de Dios. Efesios 2.19

Dios no solamente vino a salvarnos sino también vino para darnos identidad, la identidad que perdimos cuando el pecado se adueñó de nosotros. Esa identidad no es transformada de la nada, hay un medio poderoso a través del cual Dios obra y es la iglesia. En la iglesia nuestra identidad es renovada.

Nuestra identidad se forma a través de relaciones, ¿Conoce la historia de tarzán? Su identidad se formó gracias a su entorno, no importa que tan humano era, el creería siempre que era un simio. ¿Qué pasaría si alguien creciera sin contacto humano? No tendría identidad, de los demás aprendemos a comunicarnos, caminar, hacer cosas etc., somos lo que somos gracias a nuestras relaciones. A través de la iglesia Dios renueva nuestra identidad, cuando nos convertimos a Cristo nacimos de nuevo, al nacer de nuevo comenzamos una nueva vida en una nueva familia y por lo tanto comenzamos a desarrollar una nueva identidad.

Todo lo que nos da identidad en este mundo en algún momento termina, solamente la familia de Dios es permanente, es allí donde recibimos nuestra identidad eterna. Podemos perder nuestra familia, nuestro trabajo, pero si nuestra fe está firme jamás perderemos nuestra identidad.

Conocer quiénes somos, porque estamos en la tierra, cual es nuestro propósito, definir nuestra identidad, nos ayudará a conocernos mejor y conocernos mejor nos ayudará a conocer a nuestro prójimo y amarlo.

No hay comentarios:

coméntanos si te ha sido de utilidad esta publicación,