Corazón Voluntario


Por muchos años hemos hablado que la iglesia es un cuerpo, que cada miembro depende de los demás miembros, que no importa que tan pequeño sea el servicio que alguien pueda dar es una gran contribución al reino de Dios. Y aunque hemos abierto ciertos ministerios donde algunos están participando sabemos que es tiempo ver el cuerpo sirviendo más que nunca, es por eso que en estos días seremos desafiados a través de esta serie a ser parte de este gran equipo de voluntarios que cada día están impulsando la iglesia.

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El crecimiento, prosperidad y desarrollo de la iglesia no suceden por una persona, ni por los pastores ni por un grupo, sino es el conjunto de todos estos quienes hacen que la iglesia pueda tener un impacto en la ciudad, es  el trabajo de quienes asean, quienes atienden niños, quienes oran, quienes visitan, quienes trabajan manualmente, quienes predican, quienes llevan a la adoración, quienes saludan etc., es el trabajo de muchos y  entre más seamos más impacto producimos.

Es el resultado de todos aquellos que han levantado su voz diciendo ¡Heme aquí! Pero para poder expresar estas palabras estos corazones han tenido tres experiencias claves en su vida.

Cuando escuchamos la palabra ¡heme aquí! Nos viene a la mente el profeta Isaías, en él encontramos estas tres experiencias que lo convirtieron en un voluntario al servicio de Dios.

Veamos cuales son estas experiencias.

UN CORAZÓN VOLUNTARIO HA  TENIDO UNA VISIÓN

El año de la muerte del rey Uzías, vi al Señor excelso y sublime, sentado en un trono; las orlas de su manto llenaban el templo. Por encima de él había serafines, cada uno de los cuales tenía seis alas: con dos de ellas se cubrían el rostro, con dos se cubrían los pies, y con dos volaban. Y se decían el uno al otro: «Santo, santo, santo es el Señor Todopoderoso; toda la tierra está llena de su gloria». Al sonido de sus voces, se estremecieron los umbrales de las puertas y el templo se llenó de humo. Isaías 6.1-4

No hay nadie que haya tenido una verdadera revelación de  la presencia de Dios que no haya sido transformado, Isaías tuvo una gran visión que lo cambió radicalmente. A veces hemos estado acercándonos a Dios y vemos algo de lo que está haciendo pero no nos hemos acercado lo suficiente como para ver su gloria.

Si queremos crecer en nuestra vida debemos entender que necesitamos una visión, la visión que Dios quiere darnos no solamente es para que nos la pasemos en la iglesia, la visión que Dios quiere darnos transformará todo a nuestro alrededor porque primero nos transformará a nosotros, si no estamos teniendo éxito en nuestra vida terrenal es porque no hemos recibido la visión de Dios.

Muchos están pidiendo a Dios que les provea, pero la pregunta es: ¿para qué? Dios puede bendecirnos y hacer grandes milagros en nuestra vida pero la provisión de Dios es precisamente para la visión. Primero tenemos que saber cuál es la visión para entonces pedir provisión.

Por otro lado la visión nos enfoca en una meta, nos ayuda a concentrarnos, muchos hacen de todo y no logran nada porque les falta visión, la visión nos ayuda a dirigir correctamente nuestros esfuerzos y recursos.

Un corazón voluntario se pregunta ¿Qué plan tiene Dios para mi vida? y la respuesta a esa pregunta es la visión que Dios le da.

UN CORAZÓN VOLUNTARIO HA  CAMBIADO SU FORMA DE HABLAR

Entonces grité: «¡Ay de mí, que estoy perdido! Soy un hombre de labios impuros y vivo en medio de un pueblo de labios blasfemos, ¡y no obstante mis ojos han visto al Rey, al Señor Todopoderoso!» En ese momento voló hacia mí uno de los serafines. Traía en la mano una brasa que, con unas tenazas, había tomado del altar. Con ella me tocó los labios y me dijo: «Mira, esto ha tocado tus labios;  tu maldad ha sido borrada, y tu pecado, perdonado». Isaías 6.5-7

Con la visión viene la transformación, no podemos ser transformados mientras nuestra maldad no ha sido confrontada, a las personas les cuesta mucho trabajo reconocer sus errores porque siempre que alguien les señala un error ellos señalaran otro en la otra persona, cada vez que alguien falla buscará alguien peor para sentirse cómodo, cuando alguien nos supera nos consolamos pensando en alguien que nosotros superamos ¡Basta ya! Nunca cambiaremos si vivimos viendo a los hombres y sus defectos. Es por esto que Isaías fue confrontado cuando vio la grandeza de Dios y la pureza de su presencia, y vio la reverencia que le daban los serafines. Cuando vemos la gloria de Dios somos confrontados no tenemos escapatoria, lo único que podemos pensar es en lo pequeños que somos ante él.

Ahora la pregunta es ¿Por qué Dios tiene que limpiar su boca? ¿Por qué no sus ojos? o ¿su mente? Porque mucho de lo malo que vivimos depende de lo que nosotros hablamos, hemos escuchado mucho que la vida y la muerte están en nuestra lengua, pero en la práctica es algo que no nos importa mucho, y no solo nos afectan las palabras que declaramos o las malas palabras que decimos sino la convicción que tienen en nuestra vida. De ninguna manera vamos a oír la voz de Dios si la voz a la que más le hacemos caso es a la nuestra. Jesús dijo que lo que hablamos es el reflejo que lo que tenemos en nuestro interior, entonces tenemos que dejar de hablar como lo estamos haciendo, tenemos que dejar la negatividad a un lado, la amargura, el resentimiento, la miseria, no sólo porque estamos declarando sino porque nos lo estamos creyendo.

Por otro lado el dolor de Isaías no sólo era sus labios inmundos sino que habitaba con personas de labios inmundos, ¿A dónde vamos a parar? Rodeándonos de este tipo de gente, es hora que nos distanciemos un  poco de todas esas personas que nos afectan con sus palabras, tanto audiblemente como virtualmente, el corazón de muchos voluntarios ha caído por escuchar tantas voces negativas a su alrededor. Por lo regular esas voces negativas son las que menos están haciendo algo en este mundo. Tampoco podemos dejar que nos lastimen con palabras que nos roban las ganas de buscar a Dios, no eres culpable de lo que los demás digan de ti, pero si eres culpable de creerles.

Un corazón voluntario se pregunta ¿Qué palabras tengo que dejar de hablar? Y ¿Qué palabras voy a hablar a partir de ahora?

UN CORAZÓN VOLUNTARIO HA ESCUCHADO EL LLAMADO

Entonces oí la voz del Señor que decía: — ¿A quién enviaré? ¿Quién irá por nosotros? Y respondí: —Aquí estoy. ¡Envíame a mí! Isaías 6.8
Esta es mi parte favorita porque el Señor no habla directamente con Isaías, creo que es como el padre amoroso que sabe que su hijo quiere hacer algo por él y se pregunta en voz alta ¿Quién podrá…? En este momento ya Isaías tiene hambre de servir, está impactado que o quiere que pase el momento, así que inmediatamente se ofrece ¡Heme aquí! ¡Envíame a mí!

Aquí hay dos declaraciones una en la que se hace presente y otra en la que se ofrece, lo interesante de esto es que hay muchos que tienen un gran espacio entre el heme aquí y él envíame a mí, hace mucho que dijeron heme aquí, y lo sabemos cuándo simplemente preguntamos ¿Cuándo se convirtió? Hace tiempo que dijo hola Señor aquí estoy, pero se ha tardado en decir envíame a mí.

Pero cuando decimos envíame es lo más grande que podemos hacer después de haber creído porque llegamos al punto más alto de nuestra visión que es servir, y porque ahora tenemos una misión, no hay misión sin visión, cuando Dios, antiguamente en las iglesias se despedía a la gente con la expresión “sean enviados” es decir que tenían una misión que  llevar a cabo.
te: significa "Idos" o "Váyanse".

Por otro lado escuchar el llamado significa encontrar nuestra vocación, En la vulgata latina Mateo 22.14 se lee así  Multi enim sunt vocati, pauci vero electi. 14 Porque muchos son llamados, y pocos escogidos. Nuestra vocación va ligada con el propósito de Dios, a veces queremos separar lo que hacemos en nuestra vida de la iglesia, pero la realidad es que Dios nos ha dado un llamado completo en el que lo que hacemos sirve a la iglesia y nuestro servicio a la iglesia bendice lo que hacemos.

Un corazón voluntario dice ¡Heme aquí, envíame a mí!

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