DIGNOS DE SER BENDECIDOS


Desde la Reforma de Martín Lutero, la Iglesia abrió sus ojos a la realidad de la salvación por fe, comprendiendo que nadie puede obtener la salvación a través de las obras. "Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe." (Efesios 2:8-9). Por lo tanto, no hay nada que nosotros podamos hacer para ser salvos, ya que ha sido otorgado por gracia, es decir, por el amor de Dios hacia nosotros al entregar a su hijo Jesús.

Este es un gran favor, sin embargo, muchos cristianos han limitado sus obras y se han dedicado a vivir su vida cristiana sin sensibilidad hacia las necesidades de quienes les rodean y el dolor ajeno. Han endurecido sus corazones y se han negado a ayudar, viviendo únicamente para sí mismos. "Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano en necesidad, y cierra su corazón contra él, ¿cómo mora el amor de Dios en él?" (1 Juan 3:17). Estos creyentes no comprenden que están privándose de un gran beneficio. Es cierto que nuestras obras no nos salvan, pero también es cierto que el Señor recompensa cada acción que realizamos y que, según sembramos, cosechamos (Gálatas 6:7). Todo aquel que ayuda cuando es posible no es olvidado por el Señor en su propia necesidad. Este año de crisis económica es un momento importante para que el Señor recuerde nuestras acciones, ya que la justicia divina se inclina a favor de aquellos que hacen el bien.

"El bueno alcanzará el favor de Jehová" (Proverbios 12:2).

DIGNOS DE SER BENDECIDOS POR PENSAR EN EL POBRE

Dichoso aquel que se preocupa por el débil y el pobre; el Señor lo librará en tiempos difíciles (años de crisis).

1. (Protección) El Señor lo protegerá,
2. (Vida) le dará vida y
3. (Bienestar) felicidad en la tierra, y
4. (Rescate) no lo abandonará al capricho de sus enemigos. El Señor
5. (Fortaleza) le dará fuerzas en el lecho del dolor;
6. (Sanidad) ¡convertirá su enfermedad en salud! Salmo 41:1-3

DIGNOS DE SER BENDECIDOS POR AYUDAR A SU FAMILIA

Booz le respondió: "Ya me han contado todo lo que has hecho por tu suegra, después de que murió tu esposo. Sé que dejaste a tu familia y tu país para venir a vivir con nosotros, que somos gente totalmente desconocida para ti. 12 ¡Que Dios te recompense por todo lo que has hecho! ¡Que el Dios de Israel, en quien ahora buscas protección, te conceda muchas bendiciones!" Ruth 2:11

El apóstol Pablo advirtió que en los últimos tiempos los hombres perderían el amor familiar, “1... en los últimos días vendrán tiempos peligrosos. 2 Porque habrá hombres amantes de sí mismos,... desobedientes a los padres, ingratos... 3 sin afecto natural" (2 Timoteo 3:1-3). El pecado provoca que las familias se desintegren y se separen. Los hombres cada día se vuelven más egoístas y no les importa el dolor ajeno ni las necesidades de sus familiares. Solo piensan en lo que pueden recibir de los demás y no quieren dar. Es más bienaventurado dar que recibir (Hechos 20:35). Otra señal es la ingratitud. Ser agradecidos con aquellos que han hecho el bien debería ser innegable. Sin embargo, hoy en día, muchos a pesar de ser ayudados no son capaces de agradecer lo que hacen por ellos e incluso hablan mal de ellos sin mostrar el más mínimo sentimiento de gratitud. Además, el apóstol dice que no tendrían afecto natural, es decir, el cariño que debería ser normal, como el amor de un padre hacia su hijo. Pero hoy los padres los abandonan y los hijos incluso llegan a maltratar a aquellos que les dieron la vida. El cariño entre hermanos de sangre, que debería ser un lazo fuerte, a menudo se ve dañado por resentimientos sin razón aparente, lo que lleva a la pérdida del afecto natural.

La Biblia nos cuenta la historia de Ruth, quien decidió no dejar desamparada a su suegra. Renunció a todo para poder ayudarla, incluso cuando tenía la oportunidad de quedarse en su tierra después de la muerte de su esposo. Prefirió seguir ayudando a Noemí, dejando su familia y su país. Sin embargo, vemos cómo una vez más el Señor se complace en estas acciones, y Ruth es recompensada al grado de figurar como bisabuela de uno de los más grandes reyes, el rey David. Hoy en día, las suegras suelen ser una de las personas menos aceptadas dentro de las familias, pero aquí encontramos tanto una suegra modelo como una nuera singular: una nuera con un gran corazón y una suegra que se ganó su amor.

DIGNOS DE SER BENDECIDOS POR AYUDAR A SUS HERMANOS

"Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna. 9 No nos cansemos, pues, de hacer el bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos. 10 Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe" (Gálatas 6:8-10).

Cuando Pablo habla de la siembra, está haciendo un llamado a ayudar a los demás cada vez que se presenten oportunidades, con la esperanza de que cosecharemos en el tiempo de Dios. La realidad es que oportunidades para ayudar a otros las tenemos todo el tiempo. Además, afirma algo más: es bueno ayudar a los demás, pero es aún más prioritario ayudar a la familia de la fe. Cuando se ayuda a alguien común, es bueno, pero cuando se ayuda a un creyente, no estamos ayudando solo al creyente, sino al Señor. "El que a vosotros recibe, a mí me recibe" (Mateo 10:40).

"Y cualquiera que dé a uno de estos pequeñitos un vaso de agua fría solamente, por cuanto es discípulo, de cierto os digo que no perderá su recompensa" (Mateo 10:42). Si el Señor recompensa un simple vaso de agua dado a sus pequeños, ¿cuánto más recompensará a aquellos que ofrecen riquezas?

Pablo dice que, según tengamos oportunidad, hagamos el bien, especialmente a la familia de Dios. Muchos creyentes gozan de una buena posición y grandes privilegios, lo que les permite ser de gran ayuda para sus hermanos. Sin embargo, a menudo prefieren ayudar a otros antes que a sus hermanos, guiados por el egoísmo. No obstante, hay creyentes que han sabido utilizar su influencia para hacer el bien a sus hermanos, y con su ayuda, logran más de lo que podrían hacer diez creyentes que se quejan sobre el destino de sus diezmos y, por supuesto, no diezman. Cuando Daniel tuvo la oportunidad, impulsó a sus amigos en el reinado de Nabucodonosor. "Entonces el rey engrandeció a Daniel... y le hizo gobernador... 49 Y Daniel solicitó al rey que pusiera sobre los negocios de la provincia de Babilonia a Sadrac, Mesac y Abed-nego...".

Y sobre hacer el bien y ayudarnos mutuamente, no debemos olvidarnos, porque tales acciones son gratas a Dios (Hebreos 13:16). Es cierto que hay creyentes en posición para apoyar a otros, pero también los creyentes que reciben ayuda deben ser dignos de ser ayudados. A menudo esperan ayuda sin hacer mucho realmente importante, no tienen un buen testimonio, no sirven en la obra, no responden en sus hogares, y si no los ayuda el hermano que tiene la capacidad de hacerlo, se quejan. De la misma manera, aquellos que esperan ayuda deben ser dignos de recibirla.

DIGNOS DE SER BENDECIDOS POR AYUDAR A LA OBRA

Definitivamente, si algo mueve la mano del Señor para bendecir, es la generosidad hacia su obra. El Señor siempre utiliza creyentes cuyos espíritus han despertado para ser impulsores del ministerio. El principal motivo que impulsa a estos creyentes a ser generosos es su agradecimiento hacia Dios. Lo interesante es que, precisamente aquellos que serán grandemente bendecidos por ayudar a la obra, no lo hacen con esa intención. Pero es precisamente esa actitud la que Dios bendice, la que se hace sin esperar recibir a cambio. Sin embargo, el Señor los bendecirá de manera sobreabundante.

Estos creyentes merecen que oremos por ellos. Cuando oramos en la iglesia, uno de los principales motivos para orar debe ser por aquellos que apoyan la obra. Esto no significa que se les da un lugar especial debido a lo que recibimos de ellos, sino por lo que hacen por el Señor.

Pablo oraba por Onesíforo: "Concédele el Señor que halle misericordia cerca del Señor en aquel día. Y cuánto nos ayudó en Éfeso, tú lo sabes mejor" (2 Timoteo 1:16-18).

Pablo oraba por Evodia y Síntique: "Asimismo te ruego a ti, compañero fiel, que ayudes a estas mujeres que han combatido junto a mí en la causa del evangelio, al igual que Clemente y mis demás colaboradores, cuyos nombres están en el libro de la vida" (Filipenses 4:3).

Pablo oraba por Febe: "Os recomiendo además a nuestra hermana Febe, diaconisa de la iglesia en Cencrea; que la recibáis en el Señor, como es digno de los santos, y que la ayudéis en cualquier cosa en que necesite de vosotros; porque ella ha ayudado a muchos, y también a mí mismo" (Romanos 16:1-2).

A menudo, los creyentes piden oraciones a su favor, pero ¿con qué entusiasmo podemos interceder por alguien que ha demostrado una actitud desagradable en muchas ocasiones? En contraste, interceder por alguien que hemos visto ayudar a la iglesia con entusiasmo y generosidad nos llena de fervor y pasión.

Cuando el centurión oyó hablar de Jesús, envió a algunos ancianos de los judíos para rogarle que viniera y sanara a su siervo. Vinieron a Jesús y le rogaron con fervor, diciendo: "Este hombre merece que le concedas esto, porque ama a nuestra nación y nos construyó una sinagoga" (Lucas 7:3-5).

Los ancianos que intercedieron por el centurión le dijeron a Jesús que este hombre era digno de recibir su ayuda, porque amaba a su nación y había construido una sinagoga. El Señor recompensa el amor que damos a su reino. La pregunta importante es: ¿Cuánto amamos el reino de Dios? ¿Solo pensamos en nosotros mismos? Este hombre había edificado una sinagoga, y aunque el el Señor no había venido para hacer milagros a aquellos que no fueran judíos, sin embargo consideró que este hombre era digno de que hiciera el milagro en su vida.

LOS QUE NO TIENEN COMPASIÓN NO SERÁN DIGNOS DE SU AYUDA

Por cerrar su corazón, "no endurecerás tu corazón, ni cerrarás tu mano contra tu hermano pobre, 8 sino que abrirás tu mano liberalmente… porque él podrá clamar contra ti a Jehová, y se te contará como pecado… 10 Sin falta le darás, y no serás de mezquino corazón cuando le des; porque por ello te bendecirá Jehová tu Dios en todos tus hechos, y en todo lo que emprendas" (Deuteronomio 15:7-10).

Este pasaje es claro en cuanto al peligro de no ayudar a los demás. Cuando una persona está necesitada y no la ayudamos cuando realmente podemos hacerlo, su queja ante Dios se considera como pecado. Por otro lado, si abrimos nuestra mano para ayudar, el Señor nos bendecirá en todas nuestras acciones, incluyendo nuestros negocios y futuros emprendimientos.

El no tener misericordia cierra las puertas a la ayuda de Dios. Como dice Mateo 7:2 (TLA): "Si son muy duros para juzgar a otras personas, Dios será igualmente duro con ustedes. Él los tratará como ustedes traten a los demás". En otras palabras, "con la medida con que midáis, os será medido".

El juicio de Dios no siempre implica castigo, sino también justicia, bien y bendición para aquellos que actúan correctamente, y castigo y maldición para aquellos que no lo hacen. Como dice Santiago 2:13: "Porque Dios no tendrá compasión de quienes no se compadecieron de otros. Pero los que tuvieron compasión de otros, saldrán bien del juicio".

Cuando el Señor juzgue a las naciones (Mateo 25:31-46), tendrá en cuenta cómo tratamos a los más pequeños. "Entonces les responderá diciendo: 'De cierto os digo que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a mí lo hicisteis'". Nuestras buenas acciones no pueden comprar la salvación, pero son valiosas ante el Señor y, con el tiempo, darán fruto.

Hay también ejemplos de creyentes que pusieron sus vidas en peligro para ayudar a los siervos de Dios, como Abdías, que escondía a los hijos de los profetas y los alimentaba mientras Jezabel los buscaba para matarlos, y el sacerdote Ahimelec, que le dio pan sagrado a David y fue asesinado por Saúl. Estos actos de compasión seguramente serán recompensados por el Señor.

HAGA MEMORIA DE TODAS TUS OFRENDAS

"Haga memoria de todas tus ofrendas, y acepte tu holocausto" (Salmo 22:3).

En el libro de Ester, hay una historia fascinante en la que el rey Asuero, al no poder dormir, manda traer el libro de las memorias que contenía los acontecimientos del reino. Allí se encuentra la hazaña de Mardoqueo al salvar la vida del rey de una conspiración. Aunque esto aparentemente se había olvidado, en ese momento fue recordado. El rey decidió que este hecho no podía quedar sin recompensa y honró a Mardoqueo de manera extraordinaria frente a su principal enemigo.

Nuestras acciones pueden parecer olvidadas, pero el Señor recordará nuestras ofrendas. Para iniciar la obra entre los gentiles, Dios utilizó a un hombre con cualidades excelentes, pero también hizo memoria de sus limosnas. Hechos 10:4 relata cómo el centurión Cornelio, mirándolo fijamente y atemorizado, dijo: "Tus oraciones y tus limosnas han subido para memoria delante de Dios". En el cielo, no solo suben nuestras oraciones, sino también nuestras ayudas.

Un ejemplo más es el de Dorcas, quien "abundaba en buenas obras y en limosnas que hacía" (Hechos 9:36). Todos la tenían en gran estima y llamaron a Pedro para auxiliarla. A menudo, nuestras buenas acciones pueden parecer olvidadas, pero el Señor las recuerda y las recompensará en su tiempo.

Por lo tanto, hagamos memoria de todas nuestras ofrendas y acciones de compasión, porque el Señor hará memoria de ellas y nos bendecirá abundantemente.