Tlani y Anín aprenden sobre cuidar a los hermanos - Cuento Biblíco para niños

 

Tlani y Anín aprenden sobre cuidar a los hermanos 

   Había en el bosque Penumbria, cerca del arroyo un gran árbol lleno de madrigueras en el que vivía una familia de Tlacuaches. El Señor y la Señora tlacuache tenían muchos hijos que jugaban todos los días entre las ramas y raíces del árbol.

    Los hijos mayores eran dos tlacuachitos llamados Tlani y Anín, como eran los mayores siempre estaban juntos, nadaban en el río y trepaban por los árboles vecinos para visitar a sus amigos del bosque, pero con el pasar del tiempo, cuando iban creciendo se iban volviendo cada vez más gruñones y se enojaban con facilidad.

  Sus hermanitos más pequeños los molestaban mucho y ellos se enojaban y les hacían travesuras. A veces cuando su mamá y papá salían Tlani y Anín tenían que cuidar a sus hermanitos por un rato y esos los ponía de mal humor, porque querían jugar y hacer otras cosas.

   Un día, Tlani y Anín estaban viendo su programa favorito en la tele mientras sus hermanitos jugaban afuera entre las raíces del árbol que era el jardín de su casa. La mamá Tlacuache apareció de pronto y les dijo. —¡Niños! Ahorita vengo, tengo que ir a comprar algunas cosas para hacer la cena. Sus hermanitos están afuera, cuídenlos mientras yo vuelvo muy rápido.

   Cuando la mamá salió del gran árbol Tlani y Anín se miraron entre sí y gruñeron muy enfadados. —¡No podemos cuidar a nuestros hermanos! —dijo Tlani.—¡Estamos viendo nuestro programa favorito! ¿Por qué mamá no puede ir a la tienda en otro momento!

—Pero Tlani.—respondió Anín.—No podemos quedarnos aquí, tenemos que bajar y vigilar que nada les pase. Ya está oscureciendo y nuestros hermanos no pueden estar solos afuera cuando es de noche. No es seguro.

   Tlani no se veía convencido, entonces se puso a pensar. — ¡Pero no les va a pasar nada! —dijo con una sonrisa. —¿Qué cosa mala podría pasarles? ¡Este árbol es muy seguro!

— ¿Y sí alguien malo aparece y se los quiere llevar? —preguntó Anín.

—Aquí nunca ha venido nadie malo. —contestó Tlani. — ¡Todos los vecinos son personas buenas!

— ¿Y sí empieza a llover y se enferman por jugar en la lluvia? —preguntó Anín.

— ¡Pero no hay nubes de lluvia en el cielo! —respondió Tlani.—¡No se van a enfermar!

— ¿Y si mamá se enoja con nosotros?

— ¡No se va a enojar! —dijo Tlani. —¡Porque nada malo les va a pasar a nuestros hermanos! ¡Además nosotros no tenemos que cuidarlos porque Jesús ya los está cuidando mientras nosotros vemos la tele!

    Anín no parecía estar muy seguro de lo que su hermano decía, porque sabía que tenía que obedecer a su mamá y cuidar a sus hermanitos aunque eso lo hiciera enojar. Pero como el programa que estaban viendo era su favorito rápidamente aceptó la idea de su hermano y se quedaron adentro de la casa.



   Cuando el programa terminó Tlani y Anín se levantaron y se dieron cuenta de que ya había anochecido. Habían estado tan ocupados viendo la tele que ni siquiera se dieron cuenta de que el sol se había ocultado. Caminaron hasta la ventana de su madriguera y miraron hacia el jardín, hacia las raíces del árbol.

—¡Seguramente nuestros hermanos están jugando tranquilamente!—dijo Tlani, pero cuando se acercaron a las raíces se dieron cuenta de que sus diez hermanitos habían desaparecido.

   Anin, que estaba muy nervioso, gritó muy asustado y empujó a su hermano con enfado.—¡No están! ¡Nuestros hermanos no están!—le dijo.—¡Es tú culpa! ¡Debimos cuidarlos!

   Tlani trató de tranquilizar a su gemelo y salieron corriendo de la madriguera en el árbol. — ¡Seguramente están jugando a los escondidas y por eso no podemos verlos! —dijo.

   Los hermanitos tlacuache comenzaron a buscar entre las raíces y los arbustos pero sus hermanitos no estaban por ningún lado. De pronto se asomaron por encima de las raíces que rodeaban el jardín, hacia el camino y vieron una sombra aterradora en la oscuridad, que se acercaba lentamente.

  Tlani y Anín se fijaron muy bien en la silueta de aquel animal que se acercaba por el bosque. Tenía orejas puntiagudas, ojos brillantes y una cola esponjosa. Entonces recordaron lo que su mamá les había dicho hace mucho tiempo. —¡Nunca hablen con desconocidos porque no sabes quien es bueno y quien es malo! Cuando veas orejas puntiagudas y ojos brillantes ten cuidado, porque los lobos son muy peligrosos.

—¡No puede ser! —dijo Tlani. —¡Hay un lobo en el bosque! —gritó asustado.

—¡Rápido! —dijo Anín. —¡Hay que hacernos los muertos para que el lobo no nos haga nada!

—¡No! —dijo Tlani. —Vamos a rescatar a nuestros hermanos de ese lobo malo que se los quiere llevar.

   Entonces Tlani agarró unas piedras y se preparó para atacar al gran lobo que se acercaba, y entonces, cuando las luces de las lámparas iluminaron el callejón del bosque se dieron cuenta de que no era un lobo el que se acercaba, sino un zorro. Y montados sobre su lomo estaban todos sus hermanitos, enroscaditos y durmiendo sobre él.

—¡Hola! —les dijo el zorro.

—¡Ustedes conocen a estos tlacuachitos?

—¡Son nuestros hermanos! —dijo Tlani. —¡Usted no es un lobo!

—¡Estaban jugando solitos en el bosque! —dijo el zorro, parecía muy preocupado. —¡Cuando me vieron se tiraron al suelo para hacerse los muertos! Pero no tienen que temer, soy Arro, el Zorro sabio del bosque. Los encontré y los trajes de vuelta a casa, pero se quedaron dormidos en el camino. —agregó el zorro, con una gran sonrisa.



—¡Es culpa de mi hermano Tlani! —dijo Anín. —¡Mamá nos dijo que cuidamos a nuestros hermanos pero Tlani quería ver la tele!

—¡También es tu culpa Anín! —dijo Tlani. —¡Si querías cuidarlos debiste quedarte con ellos!

    Arro estaba sorprendido de que los pequeños Tlacuaches estuvieran tan molestos. —¡Tranquilos! —les dijo. —¡No deben pelear! ¡Es cierto! Debieron obedecer a su mamá para evitar llevarse este gran susto y aunque los dos cometieron errores también demostraron una cosa muy importante.

—¿Qué cosa? —preguntaron los niños.

—¡Lo mucho que aman a sus hermanos! —dijo Arro. —Anín, tu desde el principio querías obedecer a tu mamá, y eso está muy bien, pero Tlani, cuando creíste que era un lobo feroz el que se había llevado a tus hermanitos no dudaste en enfrentarte a él para rescatarlos. La biblia dice, él nos ha dado este mandamiento; el que ame a Dios, ame también a su hermano. 1 Juan 4: 21.

—¡Si los amamos! —dice Tlani. —Pero a veces cuidarlos es muy aburrido ¡Además! ¡Jesús ya los estaba cuidando!

    El zorro sonrío amigablemente entrecerrando sus ojos—¡Es cierto! ¡Jesús nos cuida siempre!  ¡Pero también nosotros debemos cuidarnos y cuidar de los demás! La biblia dice, cuídame como a la niña de tus ojos, escóndeme bajo la sombra de tus alas, de los malvados que me atacan. Salmo 17:6.

—A veces debemos cuidarnos a nosotros mismos y también a otros, así como el señor nos cuida. En ocasiones el deber de un hermano mayor es cuidar a sus hermanitos. También debemos ayudar a nuestros padres con lo que ellos nos piden y obedecerlos. Al final, no solo lo hacemos por obediencia, sino porque somos una familia y entre todos nos amamos y ayudamos.

   Después de conversar con Arro, Tlani y Anín volvieron a casa con sus hermanitos, los acomodaron en sus camitas y los dejaron dormir hasta que su mamá regresó.

Moraleja; La historia de Tlani y Anín nos enseña que aunque la tarea de cuidar de los hijos pequeños no es responsabilidad de los hermanos mayores, es natural que en muchas ocasiones sean estos quienes cuiden por amor y obediencia a los más pequeños. Nos enseña que debemos cuidarnos y a veces también cuidar a otros, así como el Señor cuida de todos sus hijos.

 

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