Zarandeados como a trigo


Zarandeados como a trigo.

Si me preguntan cuántas pruebas o adversidades he enfrentado por el ministerio, la realidad es que han sido muchas más de las que quisiera. A lo largo de mi ministerio, he tenido que lidiar con una diversidad de crisis que realmente me han hecho derramar lágrimas. Desde los primeros días en los que comencé a participar hasta situaciones a nivel pastoral que han impactado profundamente mi ser. Con el pasar de los años, nuevas adversidades han venido a mi encuentro, desafiándome de maneras que, en ocasiones, han tentado mi deseo de rendirme. No obstante, me queda claro que cada uno de estos procesos ha sido esencial para mi desarrollo personal y ha contribuido a la fortaleza de la iglesia.

Creo que esto es precisamente el proceso que todo creyente que tiene pasión y amor por la obra va a experimentar. Aquí hay algunas verdades: no hay crecimiento sin zarandeo, y no habrá un solo zarandeo por el que vamos a pasar, sino varios en diferentes etapas de nuestras vidas. Los zarandeos se darán en situaciones específicas y en nuestra vida en general. El crecimiento solo se logra cuando pasamos el zarandeo con madurez y firmeza.

Aunque no lo he mencionado explícitamente, creo que aquellos que tienen algo de conocimiento de la Biblia pueden identificar de dónde estoy sacando esta expresión del zarandeo, y me refiero a la vida de Pedro en particular.

Esta serie estará centrada en la vida de Pedro y en cómo vivió este proceso de zarandeo en su vida, y qué lecciones podemos aprender de él.

Prepárate porque serás zarandeado.

"Simón, Simón, mira que Satanás os ha reclamado para zarandearos como a trigo;" Lucas 22.31

El zarandeo en aquel tiempo se refiere al sacudimiento del trigo en una zaranda para que se limpiara de las hojas, cáscaras y otras impurezas. Así que, en primer lugar, aunque ser zarandeados no es agradable, es bueno para nuestra limpieza.

Aquí hay algunos puntos interesantes. Primero, me llama la atención que Jesús se dirija a Pedro en específico, a quien, por cierto, se refiere como Simón. Ya hemos hablado en ocasiones de esa distinción que algunos personajes de la Biblia vivieron en lo que era su nombre y el nombre que Dios les dio. Esto hace referencia a nuestra parte humana o carnal y a nuestra parte espiritual. En muchas ocasiones, somos espirituales, tenemos fe y revelación, como cuando Jesús elogió a Pedro por haber declarado que era el Cristo. Pero en otras ocasiones somos más humanos, débiles y carnales, y sale a relucir nuestro Simón. Jesús se dirige a Pedro como Simón en dos ocasiones por dos razones. Primero, repetir su nombre era una expresión común para decir "presta mucha atención" o "esto es muy importante". Esto tiene mucho sentido cuando descubrimos que Simón significa "el que escucha". Y segundo, para reafirmarle su humanidad y vulnerabilidad.

Lo siguiente que notamos es que el zarandeo es para todos, y como sabemos, todos fueron sacudidos a partir de que Jesús enfrentó el arresto. Sus vidas fueron conmovidas y hasta la resurrección ellos no sabían qué hacer con sus vidas. Fue un proceso muy difícil para todos. Pero aquí hay algo clave: ¿por qué se centra Jesús en Pedro si todos van a ser zarandeados? Y es que Jesús conocía el potencial de Pedro. Sabía que tenía un propósito muy importante que cumplir. Todos podemos pasar por zarandeos, pero solo algunos crecemos más cuando sufrimos esos procesos, nos recuperamos y nos levantamos. Y esos son los hombres y mujeres que Dios está buscando.

Mantén firme tu fe.

"Pero yo he rogado por ti para que tu fe no falle;" Lucas 22.32
La fe es el cimiento de nuestra relación con Dios. Es lo que nos sostiene en tiempos difíciles y nos impulsa hacia adelante cuando todo parece desmoronarse. En medio de las pruebas y tribulaciones, Satanás busca minar nuestra confianza en Dios. Quiere que dudemos, que perdamos la esperanza y que abandonemos nuestra fe.

No importa cuánto conocimiento tengamos o cuánto hayamos conquistado, nuestra lucha se centra en un solo punto: nuestra fe. La Biblia dice que sin fe es imposible agradar a Dios. La fe es la que nos sostiene, la que nos hace continuar firmes en el camino. Cuando somos zarandeados, hay un solo objetivo por parte del diablo: que renunciemos. No hay más. El diablo quiere tu renuncia, quiere que abandones lo que estás haciendo, que te sientas agotado y desanimado, y que la única solución que veas al frente sea escapar de todo lo que te aflige. Pero Jesús quiere una sola cosa de ti: que tu fe no falle.


Cuando somos zarandeados, somos vulnerables. Cualquier invitación a dejar el propósito de Dios se vuelve atractiva. El zarandeo es el momento preciso para demostrarle a Dios que podemos con el llamado, que estamos en el liderazgo porque nos lo hemos ganado a base de lágrimas y sufrimiento. No es un título ni el reconocimiento de los demás lo que demuestra nuestra fe y carácter, es el vivir y experimentar la crisis lo que al final hablará por nosotros. Es el testimonio de haber permanecido en medio de la tormenta. No va a ser fácil, habrá dolor y lágrimas. Jesús sabe eso y le dice a Pedro que ruega que su fe no falle. Jesús no está pidiendo que Pedro no pase por eso o que Satanás sea atado para que no toque a Pedro, sino que está pidiendo que su fe no falle. Hay procesos que tienes que enfrentar sí o sí. Como cuando Jesús pedía no beber la copa, pero también pedía que se hiciera la voluntad de Dios. No es un paso fácil, pero es necesario si queremos ver fruto en el futuro.
No será fácil. Habrá momentos de dolor y angustia. Pero recordemos las palabras de Jesús a Pedro: "ruego que tu fe no falle". Él nos sostiene en nuestras debilidades y nos capacita para superar cualquier obstáculo. Mantengamos nuestra fe firme, sabiendo que en Dios encontraremos la fuerza y ​​la esperanza para seguir adelante.

Avanza al siguiente nivel.

"Y tú, una vez que hayas regresado, fortalece a tus hermanos." Lucas 22:32b

La fe, como un músculo, necesita ser ejercitada para crecer. En la vida espiritual, algunos tienen una fe débil, mientras que otros tienen una fe que parece mover montañas. Pero la fe no se desarrolla en la comodidad, sino en la adversidad.. Todos deseamos tener una fe que mueva montañas, pero pocos están dispuestos a pasar por los procesos que la fortalecen.

¿Para qué nos sirve la fe? La fe nos permite lograr grandes cosas, alcanzar sueños imposibles. Todos anhelamos respuestas extraordinarias de Dios, que lleguen grandes oportunidades a nuestras vidas o a las de nuestros seres queridos, pero los milagros requieren fe.

David no se convirtió en rey en la seguridad del palacio, sino en la soledad de los campos de batalla. José no encontró su propósito en la abundancia, sino en la esclavitud y la cárcel. Moisés no fue formado como líder en la corte de Egipto, sino en el desierto. Jacob se desarrolló con su tío Labán.

Todos ellos enfrentaron desafíos desalentadores, pero lo que los distingue es que tuvieron la oportunidad de rendirse, de buscar venganza, de renunciar, pero no lo hicieron. Fueron valientes y lograron cosas extraordinarias.

Todos enfrentaron pruebas que pudieron quebrantarlos, pero se mantuvieron firmes. Pedro también enfrentó una crisis, pero Jesús le dijo que, una vez restaurado, fortaleciera a sus hermanos. Pedro no solo fue restaurado para su propio beneficio, sino para ayudar a otros a superar sus propias luchas y dudas.

El zarandeo es parte del proceso de crecimiento espiritual. Aunque doloroso, nos lleva a un nivel más profundo de fe. Como Pedro, podemos ser restaurados y fortalecidos para ministrar a otros que enfrentan desafíos similares. Nuestras experiencias, incluso las más difíciles, tienen un propósito divino: restaurar y fortalecer vidas.

Concluyendo, la vida cristiana implica enfrentar desafíos y pruebas que nos zarandean, pero también nos ofrecen oportunidades para crecer y fortalecer nuestra fe. A través del proceso de zarandeo, podemos encontrar restauración y fortaleza en Cristo, lo que nos capacita para ministrar a otros y fortalecer su fe. Nuestras experiencias personales, incluso las más difíciles, tienen un propósito divino: restaurar y edificar vidas en el camino de la fe.

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