Al igual que en la serie anterior, el tema de las familias es extraordinariamente vasto y diverso, lo que implica que no existe una única manera de abordarlo. Las familias son tan diversas como los estilos de vida de las personas que las componen. Algunas reflejan el modelo tradicional de la estructura familiar, mientras que otras pueden estar menos formalizadas, con un compromiso matrimonial menos convencional. Además, encontramos familias que incorporan a miembros externos, otras en las que uno de los cónyuges asume la mayor parte de las responsabilidades, y aquellas que se han fusionado con otras familias. Cada una de estas configuraciones enfrenta sus propios desafíos y crisis, lo que contribuye a una amplia gama de circunstancias que pueden afectar la cohesión familiar. Entre estos desafíos se incluyen las adicciones, la violencia, las dificultades económicas, los embarazos no deseados y el desempleo.
Como resultado, al igual que destacamos en la serie anterior, abordar el tema de la familia no se trata de imponer un modelo único o de establecer normas rígidas. Más bien, implica un proceso continuo de transformación en el hogar. Comienza con el matrimonio, pero tan pronto como pensamos que entendemos su dinámica, llegan los hijos; y justo cuando creemos que hemos dominado la crianza, estos mismos hijos crecen y enfrentan sus propios desafíos. De esta manera, nunca dejamos de aprender y de adaptar nuestra dinámica familiar.
Sin embargo, independientemente de la estructura familiar que tengamos, todos aspiramos a lo mismo: la felicidad. Y la verdadera felicidad surge de la salud emocional y relacional de sus miembros. Aquellas familias que promueven un entorno de apoyo mutuo, amor y comprensión son las que realmente fomentan el bienestar y la alegría. Por lo tanto, aunque una familia pueda adoptar una estructura diferente a la convencional, aún es posible encontrar la felicidad. Lo esencial no es la forma en que está compuesta la familia, sino cómo sus integrantes enfrentan y superan los desafíos de la vida.
La manera en que los padres gestionan las crisis desempeña un papel crucial en la formación del carácter de sus hijos. Si la familia logra enfrentar los problemas desde un enfoque saludable y constructivo, podrá mitigar el impacto de las dificultades que se presenten en el futuro. En última instancia, no son las crisis en sí las que amenazan a la familia, sino más bien la calidad de las relaciones y la capacidad para afrontarlas con respeto y empatía.
Una vez más, la Biblia nos brinda ejemplos fascinantes de las dinámicas familiares a lo largo de la historia. En particular, la familia de Jacob ofrece un relato rico en lecciones y enseñanzas que espero explorar a lo largo de esta serie.
¿que dice la historia de tu familia?
Y era Isaac de cuarenta años cuando tomó por mujer a Rebeca, hija de Betuel arameo de Padan-aram, hermana de Labán arameo (Génesis 25.20).
Para aprender de la familia de Jacob, tenemos que retroceder antes de su nacimiento, al origen y trasfondo de su familia. Recordemos que la historia de Isaac y Rebeca es una de las más aplaudidas en las enseñanzas para jóvenes sobre como conseguir un noviazgo de acuerdo al proposito de Dios. El siervo de Abraham obtuvo ciertas señales que le confirmaron que Rebeca era la persona elegida para Jacob. Así que tomemos eso como referencia para decir que esta familia estaba en el propósito de Dios; la unión de ellos no fue un error ni una coincidencia. Estamos hablando de una unión bien hecha. Pero aquí es donde comienzan las lecciones: el hecho de que seamos cristianos no nos exenta de enfrentar adversidades propias de las familias. Como ya dijimos en un tema pasado, algunas son propias del crecimiento, llegarán porque tienen que llegar, es inevitable.
Al poco tiempo de su relación, la pareja ya se encontraba en una crisis: ella no podía tener hijos. Estas son esas situaciones que nadie se imagina vivir, pero que llegan y se tienen que enfrentar.
Dice la Biblia: 'Y oró Isaac a Jehová por su mujer, que era estéril; y lo aceptó Jehová, y concibió Rebeca su mujer' (v.21).
Isaac, como un hombre, asume la carga de Rebeca y decide orar por ella. Qué gran diferencia entre él y Elcana, quien le decía a su mujer Ana que para qué quería un hijo si con él era suficiente para que fuera feliz. Sin embargo, como recordamos, Ana asumió esa responsabilidad y Dios la escuchó para tener a Samuel. Pero volvamos a la historia inicial: finalmente, Rebeca está embarazada. Sin embargo, lo que en un momento era una crisis, al solucionarse, por así decirlo, se convirtió en otra.
Dice la Biblia: 'Y los hijos luchaban dentro de ella; y dijo: Si es así, ¿para qué vivo yo?'
La expresión de Rebeca nos muestra la magnitud de su sufrimiento. En el contexto, por supuesto que era parte del propósito de Dios el nacimiento de Jacob y Esaú. Pero en otros contextos, esto nos da algunas lecciones para reflexionar. Piense bien lo que le pide a Dios,y preparese para lo que espera recibir. Otra cosa: debemos aprender a adaptarnos según evoluciona nuestra vida. Otra cosa que pienso es que, sea que tengamos o no tengamos algo, aprendamos a ser fuertes y encontrar lo valioso que nos ofrece nuestra condición.
Dice la Biblia: 'Y fue a consultar a Jehová' (v.22).
Independientemente del padecimiento físico, esta crisis en Rebeca ilustra el peso de comenzar a construir una familia. ¿Lo ha sentido alguna vez? Cuando todas las responsabilidades comienzan a pesar sobre tu vida, la carga emocional, la preocupación por el bienestar de los hijos, el deseo de que puedan estar sanos, los nuevos desafíos que trae ese cambio. Formar una familia no es fácil; queremos darles lo mejor, pero muchas veces estamos limitados para hacerlo. Cuando ese peso se convierte en una enorme carga que no podemos llevar, solo hay una salida: ir a la presencia de Dios para encontrar alivio.
¿Qué dice Dios sobre tus hijos?
Después de consultar a Dios, Rebeca recibe una revelación sobre sus hijos.
La Biblia relata: "Y le respondió Jehová: Dos naciones hay en tu seno, y dos pueblos serán divididos desde tus entrañas; el un pueblo será más fuerte que el otro pueblo, y el mayor servirá al menor."
Es interesante que Dios no le dé alivio físico a Rebeca en ese momento, sino que le otorgue una palabra sobre sus hijos. Aquí es donde deseo que reflexionemos: muchas veces, lo que para nosotros es un peso o un dolor se debe a nuestra limitada visión del momento presente. El dolor actual a menudo nos impide ver más allá; nos bloquea y nos estanca. Dios no se limita a ofrecerle alivio a Rebeca porque sabe que esa sensación es temporal. En cambio, prefiere darle una visión más amplia, algo que le brinde seguridad a largo plazo. Tal vez Rebeca, en su interior, albergaba temores y pensamientos de muerte, quizás incluso consideraba que su bebé también moriría. Consideremos por un momento que, debido a la falta de tecnología, es probable que Rebeca no supiera que eran gemelos, por lo que no podía entender por qué el embarazo era tan difícil hasta el punto de sentirse morir. Sin embargo, Dios le habla y le explica lo que ocurre en su interior. Aunque esto no alivia el dolor de Rebeca, la fortalece. De esta manera, los bebés nacerán. La preocupación de una madre durante su primer embarazo puede ser muy grande, y es un alivio cuando Dios te habla sobre cómo será el resultado. Eso calma la ansiedad. Además, no solo le asegura que nacerán, sino que también le revela lo grandes que serán, lo que garantiza su bienestar. Aunque parezca lo contrario, esto puede dar paz y alivio a Rebeca en medio de su dolor. Las personas a menudo necesitan una palabra de vida que las inspire en sus días difíciles. No es la situación que están viviendo lo que las derrumba, sino el estado emocional en el que se encuentran. Con esto, Rebeca ahora puede encontrar nuevas fuerzas para tener a sus hijos, quienes cuentan con una promesa de Dios.
¿Qué te duele de tus hijos? ¿Qué carga llevas por ellos? Es momento de hablar con Dios y escuchar lo que Él dice sobre ellos, sobre lo que serán. Es posible que todo parezca oscuro y complicado ahora, pero busca las promesas de Dios para ellos y decláralas. Cuando escuches la voz de Dios sobre las cosas que Él hará en ellos, tu dolor presente se aliviará y tendrás nuevas fuerzas para seguir trabajando en tu labor de parto, pero ahora por el nacimiento de esas promesas.
¿Qué Dices tú de tus hijos?
Leemos en la Biblia: "Cuando se cumplieron sus días para dar a luz, he aquí había gemelos en su vientre. Y salió el primero rubio, y era todo velludo como una pelliza; y llamaron su nombre Esaú. Después salió su hermano, trabada su mano al calcañar de Esaú; y fue llamado su nombre Jacob. Y era Isaac de edad de sesenta años cuando ella los dio a luz." (Génesis 25.24-26)
Finalmente llegó el momento del nacimiento de los gemelos. La Biblia nos presenta una descripción detallada de ellos, pero lo que destaca es el significado de los nombres que se les asignaron. Para mí, el primer gesto de dar identidad a un hijo es la asignación de su nombre. Aunque algunos padres puedan reconsiderarlo después del nacimiento, la mayoría ya lo tiene decidido antes. Además, me conmueve pensar que el nombre de un niño es uno de sus derechos fundamentales, ya que le otorga un lugar en el mundo y le permite conectar con su familia. En la Biblia, encontramos numerosos ejemplos de padres que asignaron nombres inspirados por el propósito divino para la vida de sus hijos.
Sin embargo, hay algo que no me convence, en la asignación de los nombres de estos gemelos. A diferencia de personajes como Sansón, Jesús o Juan, a uno le pusieron un nombre que más bien parecía un apodo: "velludo". A mi parecer, no le dedicaron mucho esfuerzo a la elección del nombre. Incluso el propio Isaac, en un momento de alegría y asombro, recibió su nombre por un acontecimiento relacionado con la visita de Dios, lo cual tenía sentido, pero siendo padres primerizos, tal vez no pensaron mucho en ello. Por otro lado, el nombre de Jacob resulta aún más intrigante. En hebreo, suena similar a la palabra que significa "talón", pero también se asemeja al verbo que significa "él hace trampa". Es como si fuera un juego de palabras, aunque el significado final no resultara muy favorable. Quizás, en lo más profundo de Rebeca, estuviera ligada su historia familiar, recordemos que ella era hermana de Labán, quien en muchas ocasiones jugó trucos a Jacob.
De cualquier manera, Jacob crecería con esa identidad. Cada vez que lo llamaran en su familia o comunidad, sería marcado por su nombre. Como hemos mencionado muchas veces, no es solo el nombre en sí, sino también los adjetivos que les damos a nuestros hijos, los cuales los marcan de cierta manera. Algunos de estos adjetivos pueden ser bastante crueles y, de alguna manera, influirán en su futuro. En fin, hoy es un día para declarar bendiciones sobre ellos, para confesar lo mejor para sus vidas y creer que Dios tiene un propósito para ellos, de tal manera que Dios no los dejará hasta que haga cumplir su propósito en sus vidas.
La historia de los gemelos Esaú y Jacob nos brinda valiosas lecciones sobre la crianza de los hijos, que se reflejan en tres aspectos fundamentales: la revelación divina durante el embarazo de Rebeca, el profundo signifiacdo de la asignación de nombres y la influencia de nuestras acciones como padres en la identidad de nuestros hijos.
La revelación divina a Rebeca durante su embarazo nos muestra que, más allá de las circunstancias difíciles, Dios tiene un plan y un propósito para nuestros hijos. Este saber esto nos da esperanza y nos ayuda a confiar en que nuestros hijos están bajo el cuidado y la guía de Dios, incluso antes de nacer.
La asignación de nombres a los gemelos Esaú y Jacob nos enseña que los nombres tienen un poder significativo en la formación de la identidad de nuestros hijos. Aunque los nombres dados pueden reflejar aspectos físicos o circunstancias familiares, también pueden influir en el desarrollo de su carácter y destino. Es importante reflexionar cuidadosamente sobre los nombres que elegimos para nuestros hijos y reconocer el impacto que pueden tener en sus vidas.
La historia de Esaú y Jacob nos recuerda que nuestras acciones y enseñanzas como padres tienen un impacto duradero en la vida de nuestros hijos. Al criarlos con amor, sabiduría y valores sólidos, les ayudamos a descubrir su propósito y potencial, preparándolos para enfrentar los desafíos de la vida con confianza y determinación.
En resumen, la historia de Esaú y Jacob nos inspira a ser padres conscientes, comprometidos y amorosos, guiados por la sabiduría divina y dedicados a criar a nuestros hijos en un ambiente de amor, cuidado y apoyo.
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