Donde, quién y qué.


 Donde, quién y qué.

 

Durante esta serie, hemos estado haciéndonos preguntas que nos hagan reflexionar sobre nuestra situación o condición. Soy muy reflexivo, platico mucho con mi yo interior y me hago muchas preguntas, por lo que esta serie es muy reflexiva para mí. Y espero que ustedes también hayan pensado, buscando respuestas a estas preguntas.

 

Quiero cerrar esta serie con un tema que no tiene una pregunta sino tres. Estas ocurren cuando el hombre cae en pecado y Dios tiene que confrontarlo, pero lo curioso es que no lo hace hablándole directamente de la situación sino que lo hace a través de las preguntas: ¿dónde?, ¿quién? y ¿qué?

 

Es interesante esto porque, como ya hemos dicho en otros temas, Dios es omnisciente, no necesita saber las respuestas, pero él no está preguntando porque tenga necesidad, sino porque quiere que el hombre piense por sí mismo. Dios no encara al hombre directamente, sino que hace que él mismo entienda y reconozca. Así que hoy pensemos en estas tres preguntas importantes.

 

¿Dónde estás?

 

Cuando el día comenzó a refrescar, el hombre y la mujer oyeron que Dios el Señor andaba recorriendo el jardín; entonces corrieron a esconderse entre los árboles, para que Dios no los viera. Pero Dios el Señor llamó al hombre y le dijo:

—¿Dónde estás? (Génesis 3.8-9)

 

Esta pregunta tiene el mismo propósito de lo que hemos hablado en días anteriores, es sobre cuando le preguntan a Elías: "¿Qué haces aquí?" Ambas preguntas tienen una dimensión espiritual que busca que los personajes de la historia tomen conciencia de su relación con Dios y confronten sus emociones y pensamientos internos. Estas preguntas van más allá de la ubicación física, están confrontando a los personajes con la realidad de su ubicación espiritual.

 

Muchas veces las personas no necesitan que alguien les diga lo mal que están haciendo, sino que ellos mismos lleguen a esa conclusión. A veces, decirle a alguien lo que hace mal solo crea conflicto, pone a las personas a la defensiva, por lo que en ocasiones es mejor que ellos mismos lleguen a la conclusión.

 

Veamos la respuesta del hombre:

El hombre contestó:

 

—Escuché que andabas por el jardín, y tuve miedo porque estoy desnudo. Por eso me escondí. (Génesis 3.10)

 

Vea cómo la pregunta que Dios hace lleva a Adán a confesar algo nuevo que estaba sucediendo con él. Algo que no se sabía antes, lo que le permite a Dios poder hacerle la siguiente pregunta.

 

¿Quién te dijo?

 

11 —¿Y quién te ha dicho que estás desnudo? —le preguntó Dios—. ¿Acaso has comido del fruto del árbol que yo te prohibí comer?

Génesis 3.10-11

 

Esta pregunta nos lleva a otra reflexión: encontrar raíces. Cuando Dios pregunta "¿Quién te dijo que estabas desnudo?" a Adán, está buscando escarbar en la situación y descubrir las raíces del problema. Esta pregunta tiene una dimensión profunda y busca explorar las influencias y pensamientos que llevaron a Adán y Eva a desobedecer y sentirse avergonzados por su desnudez.

 

Dios está llevando a Adán a reflexionar sobre qué voz o influencia externa pudo haberlo llevado a creer que estar desnudo era motivo de vergüenza. Es como si Dios quisiera que Adán reconociera que alguien o algo lo persuadió a desobedecer y cambiar su perspectiva sobre su desnudez y su relación con Dios. Dios ya sabe todo, pero es importante que Adán lo reconozca y lo acepte. Porque al mismo tiempo es una oportunidad para que Adán tome conciencia de las fuerzas externas que influyeron en su decisión y le permita enfrentar la verdad sobre su desobediencia y las consecuencias que esto trajo.

Además, esta pregunta también es una oportunidad para Adán y Eva de reconocer su propia responsabilidad en el pecado, en lugar de simplemente echar la culpa a otros o a la serpiente. Al explorar quién los persuadió, pueden asumir responsabilidad por sus acciones y decisiones, lo que es un paso importante en el proceso de arrepentimiento y reconciliación con Dios.

 

Muchas veces Dios trae un "¿quién te dijo?" a nuestras vidas. Ese "quién te dijo" es para encontrar la raíz de nuestros problemas. A veces nos culpamos, limitamos, avergonzamos y tenemos todo tipo de actitudes o sentimientos y creencias que no nos ayudan a progresar, pero el problema no es lo que en ese momento creemos o pensamos, sino de dónde se originaron. ¿Quién te dijo?, ¿quién te dijo que no podías? ¿quién te dijo que eres feo?, ¿quién te dijo que nadie te quiere? Encontrar las respuestas a esas preguntas es un paso para que podamos confrontar esos pensamientos o sentimientos para poder liberarnos de ellos y alcanzar la plenitud.

 

La Biblia dice:

 

Él respondió:

—La mujer que me diste por compañera me dio de ese fruto, y yo lo comí.

Génesis 3.12

 

Vemos que si reconoce haber comido, pero no se va a ir solo, tiene que arrastrar a Eva con él. Lo que lleva a la siguiente pregunta.

 

¿Qué has hecho?

 

Entonces Dios, el Señor, le preguntó a la mujer:

—¿Qué es lo que has hecho? Génesis 3.13

 

Esta es la pregunta final. Mientras que las otras preguntas son más reflexivas y buscan guiar a Adán y Eva hacia la autoconciencia y el reconocimiento de sus acciones, esta última pregunta es más directa y concreta. Esta pregunta es una confrontación directa sobre el pecado cometido por Adán y Eva al desobedecer la prohibición divina de comer del árbol del conocimiento del bien y del mal. Dios busca que Adán asuma la responsabilidad por su elección y su desobediencia.

 

Esta pregunta lleva a Adán a una confrontación con la realidad de su pecado y lo enfrenta directamente a las consecuencias de sus acciones. No es una pregunta que busca una respuesta reflexiva o una excusa como en las anteriores, donde pueden haber otras salidas. Esta es directa y pone de manifiesto la seriedad de lo ocurrido y la necesidad de enfrentar las consecuencias de sus actos.

 

Esta pregunta marca el punto culminante del encuentro entre Dios y Adán en el Jardín del Edén, donde se alcanza la conclusión de que Adán ha pecado y ha roto su relación con Dios.

Cuando hacemos una exploración, dejamos que Dios nos guíe a través de preguntas que nos confrontan y sacuden, encontramos las respuestas que pueden darnos la redención.

 

La Biblia dice:


—La serpiente me engañó, y comí —contestó ella. (Génesis 3.13)

 

La mujer buscó alguien más para responsabilizar, pero al final no había más salidas y tuvo que decir “y comí”.

 

Entonces Dios ya no pregunta más, solo dicta sentencias sobre cada uno de acuerdo a sus acciones. Si queremos levantarnos, es necesario que nos hagamos las mismas preguntas y lleguemos a la raíz. Puede ser que en tu entorno haya culpables como sucedió con Adán y Eva, pero al final, ellos también fueron responsables, reconocerlo fue el inicio de su proceso de redención. Recibieron su sentencia, pero al mismo tiempo, la promesa de salvación.

 

Mientras alguien no reconoce su parte de culpa, está condenado a vivir y sufrir sin que haya forma de cambiar el rumbo de su historia. Cuando lo reconoce, entonces se abren las puertas del cambio para su vida.

 

Hoy Dios quiere que te preguntes: ¿dónde estás?, ¿quién ha influenciado tu vida para estar en esa posición? y ¿qué has hecho que te ha mantenido ahí?

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