No impongas las manos con ligereza

imposición de manos
Tres errores comunes a la hora de delegar autoridad

"No impongas con ligereza las manos a ninguno, ni participes en pecados ajenos." - 1 Timoteo 5.22

Este versículo a veces se ha interpretado como una advertencia para no poner las manos sobre un endemoniado si tu vida no es íntegra delante de Dios, porque los malos espíritus pueden aprovecharse de la situación; "y se te pueden meter". Pero en realidad, este versículo significa algo completamente distinto.

La imposición de manos tiene diferentes propósitos en la Biblia, como el de sanar (Marcos 16.18), el de bendecir (Génesis 48.14-15), y para delegar autoridad (Números 27.18-20), como es el caso del versículo que tratamos.

Recordemos que Timoteo era un joven pastor, así que la carta tiene el propósito de instruir sobre la dirección de la iglesia y el establecimiento de líderes.

En este versículo, Pablo está hablando sobre el acto de ordenar a alguien al ministerio a través de la imposición de manos. Hay algo mucho más peligroso que poner las manos sobre un endemoniado: darle autoridad a alguien que no está calificado para determinada tarea. Recuerdo cuando apenas comenzaba a servir que oía a nuestros apóstoles exhortar a los pastores a que delegaran responsabilidades, porque los pastores hacían prácticamente todo. Continuamente les decían: "¡Deleguen pastores!" Ahora eso ya no es problema, los pastores cada vez están más convencidos de que delegar responsabilidades es muy importante para que la carga sea más ligera.

El problema ahora es que se está delegando mal. Para empezar, no se toman en cuenta las características de la persona, basta con que tenga "ganas". No hay nada de malo en involucrar a las personas en el trabajo de la iglesia; el problema son los cargos que les estamos ofreciendo. Todos pueden ser ministros (servidores), pero no todos pueden llevar un liderazgo. La historia de la iglesia nos enseña que una de las razones por las que la iglesia entró en decadencia fue precisamente por darles autoridad a personas sin los requisitos necesarios para la obra, incompetentes, ignorantes e incluso pecadores.

Vamos a ver cuáles son algunos de los principales errores a la hora de delegar autoridad.

Pasar por alto los requisitos bíblicos

Esto es cierto: el que quiera ser dirigente, aspira a una buena obra. (Pero) Es necesario que un dirigente… 1 Timoteo 3.1 PDT

Es increíble que no seamos capaces de ver los requisitos descritos por Pablo en la carta a Timoteo. No necesitamos leer libros de liderazgo para conocer los requisitos que debe tener alguien con gran responsabilidad dentro de la iglesia. Lamentablemente, la necesidad apremiante de líderes presiona a algunos pastores a recurrir a las ovejas menos preparadas del redil: la perniquebrada o coja (que no caminará firmemente a su lado), la ciega o tuerta (sin visión de líder), la enferma (con muchas raíces de amargura y resentimiento). Sin embargo, darles el cargo solo porque "no había otro" o porque son los únicos disponibles es un error. Entiendo perfectamente la presión que siente el pastor al verse prácticamente solo, pero no podemos remediar las debilidades en la iglesia con soluciones improvisadas.

¿Quiénes terminan siendo las columnas de la iglesia? Personas que no tienen a sus hijos bajo control, aquellos o aquellas que no han podido ganar a sus propias parejas. ¿Son ellos columnas fuertes para sostener el crecimiento de la iglesia? Seamos sinceros, la verdad es que no lo son. Alguien puede decir: "pero tienen ganas" o "son los únicos dispuestos a servir", y eso es verdad. El problema no son ellos; el problema es la falta de visión y estrategia para establecer líderes.

"Que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad (pues el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?)." 1 Timoteo 3.4. 

Estos creyentes podrán funcionar como un parche en una llanta ponchada, pero no como una refacción; en algún momento su utilidad dejará de funcionar. Y lo más difícil para muchos pastores será retirarles del cargo que se les dio cuando ya han tomado demasiado control de la iglesia, incluso pudiendo convertirse en una amenaza de división.

Sobrestimar a los nuevos creyentes

"No debe ser neófito para que no se enorgullezca y no caiga en la misma condenación en que cayó el diablo." 1 Timoteo 3.6 PDT

Otro error no menos grave es recurrir a los nuevos creyentes cuando los viejos no quieren servir. Tenemos a bebés espirituales dirigiendo a creyentes más experimentados. ¿Podría usted dejar a sus niños pequeños, que aún no pueden leer, a cargo de su propia casa? ¡Claro que no! Todo debe ser a su debido tiempo. Debemos ver futuros líderes en los nuevos creyentes, pero debemos dedicarnos a formarlos para que realmente lleguen a serlo. Tristemente, hoy en día algunos pastores con años de labor tienen que lidiar con un líder nuevo presuntuoso, irrespetuoso, que por dos o tres actos que ha realizado se siente con autoridad para aplastar, juzgar y menospreciar a cualquiera, incluso a su propio pastor. Esta actitud no es extraña; hoy en día, cualquiera se siente con derecho de criticar o incluso condenar acciones de otros ministros con tanta ligereza, sin siquiera conocer a fondo los temas.

Pablo advierte a Timoteo que no ponga las manos con ligereza, es decir, que no otorgue autoridad a los creyentes sin analizar si son aptos para la labor.

Ignorar los dones espirituales

"No quiero, hermanos, que ignoréis acerca de los dones espirituales." - 1 Corintios 12.1

Soy un defensor de este principio. El error más común que he observado es asignar responsabilidades específicas a personas que no están calificadas para llevarlas a cabo. Creo que mientras podamos, debemos involucrarnos en diversas tareas de la iglesia para llevarla adelante. Sin embargo, no creo que alguien deba estancarse en un ministerio para el cual no tiene los dones. Nosotros otorgamos los cargos, pero los ministerios y los dones los otorga el Señor. Los dones nos indican en qué área debemos desenvolvernos, pero muchos no saben qué hacer porque ni siquiera conocen sus propios dones. Otros realizan las tareas de manera incorrecta porque no poseen el don correspondiente. Por ejemplo, una persona con el don de enseñanza difícilmente podrá liderar un grupo de oración; eventualmente, podría convertir el tiempo de intercesión en una sesión de estudio sobre "cómo orar".

Si somos sinceros, nos daremos cuenta de que muchos a nuestro alrededor están desempeñándose en el lugar equivocado, y por eso no se obtienen los resultados esperados. Esto no significa que carezcan de amor por la obra o que no estén dispuestos a trabajar, simplemente no es "su naturaleza" y, por lo tanto, no pueden dar frutos de otro tipo.

Hoy en día, muchos pastores desean ver que sus iglesias crezcan y hacen todo lo posible para que esto suceda. Sin embargo, con el paso de los años, comienzan a sentirse desanimados y desgastados por los resultados obtenidos. Se preguntan si realmente Dios está con ellos. La respuesta es que sí, Dios está con ellos, pero han delegado las responsabilidades de manera equivocada. Es bueno delegar, pero primero debemos hacer tres cosas: (1) discipular a los creyentes para que compartan nuestro corazón, (2) evaluar su estilo de vida de acuerdo con los requisitos bíblicos (sin buscar la perfección), y (3) ubicarlos en áreas donde puedan servir con los dones apropiados. Para obtener más información, recomiendo leer sobre el tema "¿Cuántos dones hay?".

¡Esto es lo que significa no imponer las manos con ligereza! No debemos apresurarnos a otorgar cargos, especialmente cuando se trata de cargos importantes.

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