junio 05, 2025

José el niño indefenso

 José el niño indefenso


Amo el trabajo con niños. Tal vez porque una de mis primeras experiencias sirviendo al Señor fue siendo maestro de niños.

Recuerdo mucho un grupo que tenía mientras estudiaba en el instituto bíblico; la mayoría no eran cristianos, pero se divertían y yo me divertía con ellos.

Me gusta hablar con niños porque son ocurrentes, creativos, y su imaginación no tiene limites. Actualmente estoy en un grupo de maestros donde, cuando se necesita, comparto clases según los temas que se buscan. Pero a veces por lo que veo que comparten o piden, me preocupa que aun dentro de las iglesias no se entienda del todo cómo funciona la mente de un niño.

Hay quienes proponen temas muy complejos o poco atractivos para ellos, incluso a veces dicen para 3 a 4 años, lo cual es todavía mas difícil porque a esa edad no se entienden muchas cosas ni las recodaran. Se olvidan que los niños no ven el mundo como nosotros. No comprenden todo el lenguaje. Están en proceso de Comprender como funciona el mundo.

¿Recuerdas cómo eras de niño?
No te preocupabas por lo que hoy te quita el sueño. Tu mundo era más fantástico, más seguro. No entendías el concepto de escasez, no tenías complejos por no tener “más” o ser “mejor”.

Pero por esa razón, cuando llegaron las primeras heridas, dejaron marcas profundas.

Como niños, no sabíamos interpretar lo que nos pasaba, Si nos daba amor, lo traducíamos como soy valioso. Pero si recibíamos rechazo, éramos castigados o humillados, algo ya no cuadraba y lo interpretábamos como “algo hice mal” o peor aún, “algo está mal conmigo”.

Y muchas veces así se quedó. No lo entendimos, no lo hablamos, y simplemente lo arrastramos toda nuestra vida. Llegamos a pensar que no somos valiosos o que hay algo que está mal en nosotros porque así lo entendimos en aquel momento, porque no sabíamos interpretar lo que pasaba, nadie nos dijo que ese momento difícil no fue nuestra culpa, que las personas pueden ser crueles, que la gente grande se equivoca, y cargamos con eso hasta la adultez.

Pero hoy, que somos adultos, que tenemos la capacidad de razonar y mirar hacia atrás, podemos entender y sanar. Podemos recordar y ver lo que realmente pasó y podemos como hemos dicho darle un nombre a las cosas para que el monstruo que nos perseguía toda la vida tenga nombre.

Por eso hoy quiero hablarte sobre: “El niño indefenso”

Y creo que hay un personaje que nos mostrará esta verdad de una forma muy clara. Veremos la historia de José de una forma en que tal vez nunca habíamos visto. Porque antes de llegar al trono, antes de interpretar sueños, José fue un niño indefenso en un pozo oscuro, traicionado por sus propios hermanos. Y aunque nuestra historia no es la misma que la de él muchos pasamos un proceso similar que hoy entenderemos.


Tu niño despojado en el pozo

Génesis 37:18-22
18 Cuando ellos lo vieron de lejos, y antes que se les acercara, tramaron contra él para matarlo.
19 Y se dijeron unos a otros: Aquí viene el soñador.
20 Ahora pues, venid, matémoslo y arrojémoslo a uno de los pozos; y diremos: «Una fiera lo devoró». Entonces veremos en qué quedan sus sueños.
21 Pero Rubén oyó esto y lo libró de sus manos, y dijo: No le quitemos la vida.
22 Rubén les dijo además: No derraméis sangre. Echadlo en este pozo del desierto, pero no le pongáis la mano encima. Esto dijo para poder librarlo de las manos de ellos y volverlo a su padre.

Quiero que pienses en este cuadro: José va hacia sus hermanos, probablemente con inocencia, buena intención y sin imaginar lo que estaba por suceder. Digamos que iba a ver qué hacían, pero fue por orden de su padre. Pero “antes que se les acercara, tramaron contra él para matarlo”. Ese día, la vida de José cambiaría. No sabía todo lo que enfrentaría. No le dieron ni siquiera la oportunidad de hablar. Ya habían decidido su destino.

No cayó en un pozo por accidente. Muchos vivimos una experiencia difícil que se califica como accidente, pero en este caso no fue así: lo arrojaron al pozo quienes deberían cuidarlo.

Génesis 37:23-24

23 Y sucedió que cuando José llegó a sus hermanos, despojaron a José de su túnica, la túnica de muchos colores que llevaba puesta;
24 y lo tomaron y lo echaron en el pozo. Y el pozo estaba vacío, no había agua en él.


Ahora míralo de esta forma: era José contra sus hermanos mayores. El más grande tendría entre 30 y 35 años, José solo 17 años. De ahí, todos eran mayores que él.

¿Cómo te defiendes ante una agresión como esa? José fue una víctima. No tenía forma de defenderse. No estaba haciendo nada malo. No podía entender qué estaba pasando. No estaba su padre. No había nadie que lo defendiera, que lo escuchara gritar o pedir ayuda.

Despojado de su túnica

Hay cosas que duelen más que los golpes. La Biblia no expresa que lo hayan golpeado, pero lo que hicieron fue tan cruel como si lo hubieran hecho. Le rompieron su túnica. Ese momento fue más que físico: era el símbolo del amor especial que su padre sentía por él.

Le arrebataron lo que lo hacía sentirse seguro. Le robaron su sentido de pertenencia. Lo expusieron.

Arrojado al pozo

José fue arrojado al pozo. Esto, en la memoria de José, sería un evento imborrable.
Los pozos de aquella época tendrían entre 3 y 10 metros de profundidad. Era imposible salir sin una escalera o ayuda. El pozo estaría oscuro, incómodo, frío, con una sensación de claustrofobia.

Tendría una sensación de abandono, soledad. Era una tumba para José. Era imposible salir.

Génesis 37:25 Entonces se sentaron a comer, y cuando levantaron los ojos y miraron, he aquí, una caravana de ismaelitas venía de Galaad con sus camellos cargados de resina aromática, bálsamo y mirra, que iban bajando hacia Egipto.


Fueron indiferentes

La biblia dice que se sentaron a comer.. No sé, pero entre más avanzo en la lectura, más cruel y doloroso se me hace ese momento. Con qué frialdad se sentaron a comer y no pensaron en su hermano. ¿Qué clase de corazón pudieron tener?

Seguro él también tenía hambre. ¿Puedes imaginarlo? José, llorando y gritando desde el pozo. Y arriba… sus hermanos, comiendo como si nada.

Finalmente lo vendieron

Se deshicieron de él como si fuera una mercancía. Y lo peor es que, aunque parezca increíble, en este tiempo hay niños que son vendidos.

No se puede imaginar el trauma de que la misma familia que debió cuidarte… te vendió.

Y es precisamente ese cuadro el que quiero que usted pueda entender con respecto a cuando un niño sufre maltrato y no tiene ni las posibilidades físicas ni mentales para poder superar una situación así.
No es posible que un niño frágil pueda hacerle frente a un adulto que lo supera por mucho en peso y fuerza, y que, sobre todo, debería ser quien lo proteja, no quien lo dañe.

La marca que tendrá será de por vida si no logra sanar emocionalmente.

El cuadro de muchos

Este cuadro es también el de muchas personas. La traición vino de quienes debieron cuidarlo, de sus hermanos o, lo que es peor, de sus propios padres.
Los que debieron protegerlo… lo dañaron.
Una gran cantidad de abusos suceden por parte de las personas más cercanas.

Muchos fueron despojados de su identidad real: del niño con ilusiones, con metas, con deseos por la vida. Fue roto… y ya no volvió a ser el mismo.

Imagina todo lo que pudiste haber hecho si no hubieras llevado esa marca en tu vida o esa herida. Cuánta libertad podrías haber tenido, cuánta facilidad para otras cosas…

Pero tu verdadera identidad te la quitaron: esa túnica de colores que te hacía sentir seguro.

Muchos vivieron un pozo en su vida:

Silencio. Oscuridad. Falta de escape. Hambre de afecto. Gritos que nadie escucha.
Y ese pozo se queda en la mente y el corazón.

Muchos adultos aún viven con ese hueco emocional que nunca se llenó.


Tu niño sostenido en el camino

Génesis 39:1-2 José fue llevado a Egipto, y Potifar, oficial de Faraón, capitán de la guardia, un egipcio, lo compró de los ismaelitas que lo habían llevado allá. Pero el Señor estaba con José, y éste llegó a ser un hombre próspero.


Hay algo que duele mucho en la vida y es la injusticia, no sé que tanto le duela a usted pero a mi me incomoda mucho.

Mire a José ¡Acaban de venderlo como esclavo! ¿Qué hizo para estar ahí? La verdad es que no hizo nada eso es muy injusto. Ahora está solo, en una tierra extranjera, sin derechos, sin familia, sin libertad. Pero, la Biblia dice algo poderoso: “el Señor estaba con José”. que difícil es procesar eso.

¿Cómo puede ser eso? ¿Dónde estaba Dios cuando lo despojaron? ¿Dónde estaba cuando gritaba desde el pozo? ¿Dónde estaba cuando lo vendieron por unas monedas?

Creo que muchos de los que han vivido un dolor muy fuerte en sus vidas también se han hecho esa pregunta: ¿Dónde estaba Dios cuando me pasó eso? ¿Cuándo abusaron de mí? ¿Cuándo me traicionaron? ¿Cuándo me abandonaron? ¿Cuándo lloraba solo y nadie escuchó?

Y aunque nos parezca increíble, Dios estaba allí. No estaba ausente. Mucho menos dormido. Dios no fue indiferente. Es difícil entender porque no evitó el pozo. No evitó la traición. No evitó la esclavitud. Y como vemos más adelante no evitó la prisión. La biblia dice
:

Génesis 39:20-21 Entonces el amo de José lo tomó y lo echó en la cárcel, en el lugar donde se encerraba a los presos del rey; y allí permaneció en la cárcel. 21 Mas el Señor estaba con José y le extendió su misericordia, y le concedió gracia ante los ojos del jefe de la cárcel.


La historia bíblica tiene ese detalle de recordarnos: “el Señor estaba con José”, aunque ahora en la cárcel. Vea como la injusticia persigue a José. Después de hacer lo correcto, de huir del pecado, José fue injustamente acusado. Ese es el sentimiento de alguien que vivió abuso verbal o físico de pequeño el sentimiento de que la injusticia lo persigue.

Esto también es complicado de procesar para muchos porque rompe el pensamiento tradicional que tenemos sobre como obra Dios en nuestras vidas. Porque todos queremos un Dios que impida el dolor, no uno que nos acompañe en medio de él. Pero ese no es lo que la biblia enseña. Dios no prometió evitarte todos los pozos.

Ni todas las traiciones. Ni todas las injusticias. Lo que sí prometió es estar contigo.
Y eso fue lo que hizo con José. Estuvo todo el tiempo, en medio de las lagrimas, en medio del dolor, en medio del rechazo. Dios siempre estuvo con él.

Tal vez José no lo sentía, tal vez pensó que Dios lo había abandonado, tal vez pensó que sus sueños ya no tenían sentido, pero Dios no se había olvidado de él. Dios estaba formando carácter. Estaba moldeando su corazón. Lo estaba preparando para gobernar.

Y si te lo has preguntado esa es la respuesta, Dios ha estado contigo todo este tiempo, cuando de niño te lastimaron, cuando te insultaron, cuando tu pequeño ser era insuficiente para defenderte en un momento así, cuando tu mentecita no podía procesar por que pasabas por todo eso, pero además Dios ha estado contigo todo este tiempo ha visto tus batallas, ha visto como has llorado, como tu niño se sigue sintiendo impotente ante las circunstancias que no puedes enfrentar y en medio de eso te manda pequeñas muestras de amor recordándote que no estas solo, que siempre ha estado contigo y ha seguido contigo que quiere formar tu carácter porque quiere llevarte a algo mas.


Tu niño restaurado y próspero

Génesis 45:4-5 “Yo soy José, su hermano, el que ustedes vendieron a Egipto. Pero ahora, no se entristezcan ni se enojen con ustedes mismos por haberme vendido, porque para preservación de vida me envió Dios delante de ustedes.”

José no se presenta como el esclavo, ni como el preso, ni siquiera como el segundo de Faraón. Se presenta como José la que siempre fue su identidad. Su verdadera identidad no fue lo que vivió, sino lo que Dios dijo de él desde el principio. Su túnica fue arrancada pero él seguía siendo José. Fue tratado como esclavo pero él seguía siendo José. Fue acusado injustamente pero él seguía siendo José. Estuvo en prisión pero él seguía siendo José. Fue exaltado en Egipto y seguía siendo José.

José significa “aumento” o “el que añade” —y eso es justo lo que Dios hizo en cada etapa de su vida: donde otros quitaban, Dios le daba, Dios le dio vida donde otros lo despojaron.

Como hemos dicho en estos días tú no eres lo que te hicieron. No eres tu trauma, ni tus cicatrices, ni tus temporadas más oscuras. Tú eres lo que Dios dijo de ti desde el principio. Aunque te hayan despojado, Dios nunca te quitó tu nombre.

José es un ejemplo increíble de resiliencia. Después de todo lo que ha pasado vemos a un José que ya no habla como víctima. No les echa en cara el dolor. Ya no busca culpables, busca propósito. Eso es sanidad. Solo un corazón sano puede decir: “Dios usó todo esto para bien.”

Ponle nombre a tu sanidad

Génesis 41:51 “Y llamó el nombre del primogénito Manasés, porque dijo: Dios me hizo olvidar todo mi trabajo y toda la casa de mi padre.”

“Manasés” significa olvido del dolor. José no solo prosperó en lo material, Dios también sanó su alma. Nombró a su hijo como testimonio: “Dios me hizo olvidar.” No significa que borró su memoria, sino que ya no lo definía ni lo dolía como antes.

Aprende a cerrar ciclos. Hay temporadas de la vida que duelen, pero duelen más cuando no les ponemos fin, cuando  las seguimos alimentando, cuando seguimos preguntándonos ¿por qué?. Cuando no las queremos soltar. Muchas personas siguen cargando con heridas viejas porque nunca decidieron cerrar ese ciclo. Nunca dijeron: “hasta aquí llegó esto”.

Tal vez fue la etapa del abandono, la del silencio, la de la pérdida, la etapa donde te sentiste invisible o sin valor. Está bien nombrarlo. Pero también es necesario darle una fecha de cierre. Y luego, con esa misma autoridad que da el dolor sanado, decir:

Cuando tú no le pones nombre a tus etapas, tu corazón las deja abiertas como heridas sin cicatrizar. Pero cuando tú decides: “Esto se cierra aquí”, le das permiso a Dios y a ti mismo para escribir un nuevo capítulo.

Génesis 45:14-15 “Se echó sobre el cuello de Benjamín su hermano y lloró; y también Benjamín lloró sobre su cuello. Besó a todos sus hermanos y lloró sobre ellos”

Mire a José como soltó, esto no significa que ellos no hayan sido crueles, o que no hayan tenido culpa, pero si significa que José hoy era mas fuerte que ellos. No ya no era el niño indefenso, podía defenderse de sus agresores era mucho mas fuerte que ellos, las cosas se había invertido, pero decidió no actuar como ellos porque no solo era fuerte por fuera también lo era por dentro. No hay reproches. No hay juicio. Hay lágrimas, hay abrazo, hay reconciliación. Un corazón roto guarda resentimiento. Un corazón sano puede llorar sin odio y perdonar de verdad.

Cuando ve todo como parte del plan de Dios

Génesis 50:20 Ustedes pensaron hacerme mal, pero Dios lo encaminó para bien.

Finalmente José pasó de “fui víctima” a “fui parte del propósito de Dios”. Ese cambio de enfoque solo es posible cuando hay sanidad profunda.

La etapa final de la restauración es ver al final el propósito de Dios, es sacar lo bueno de todo lo malo que hemos vivido, las personas repasan las cosas malas en su mente, las reviven una y otra vez, pero deben en algún punto ver que todo al final ayuda al propósito de Dios en nuestra vida. Piensa en esto: lo que viviste no fue bueno, pero no será en vano. 

Hoy quizá sea el día de cerrar el ciclo. No para olvidar. No para negar lo que ocurrió.

Sino para mirar atrás, contemplar el pozo… y poder decir con firmeza: “Ya no estoy ahí.”

Cerrar el ciclo no es ignorar la túnica rota; es reconocer que hay una nueva. Una que Dios ya preparó. Su propósito no terminó contigo en aquel momento, ni se interrumpió en esa herida. Las etapas no te definen. Tú eres lo que Él dijo que serías desde el principio.

Cerrar el ciclo es dejar de verte en el fondo del pozo, y empezar a verte a lado de aquel que siempre estuvo contigo, aun cuando no entendías nada.

Tal vez no elegiste lo que te pasó. Pero hoy sí puedes elegir qué harás con eso. Y esa es la buena noticia: No termina en el pozo. No termina en el rechazo. No termina en la traición. Porque cuando Dios está contigo, lo que parecía tu final… puede ser el inicio de tu historia más gloriosa. José no murió en el pozo. Y tú tampoco.

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